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viernes, septiembre 23, 2011

MEXICO NO TE RAJES


No podemos continuar siendo pasivos ante la violencia inclemente que somete a México y la impotencia irrefutable de las autoridades para contener un fenómeno que se salió de madre desde hace mucho tiempo. El narcotráfico constituye el problema más grave de Latinoamérica.

Todos los días aparecen muertos : ahorcados, mutilados, colgados de los puentes, quemados, sin manos, cadaveres que han sufrido torturas, espectáculo dantesco que supera todo lo visto. Se cometen masacres  sin que las autoridades  puedan detener la guerra entre carteles, lo que dice del poder de corrupción y la penetración a todas las instituciones de estos señores.

La periodista Sanjuana Martínez, desde su blog, mantiene una denuncia permanente de estos hechos, que son el pan de cada día y que se suceden a diario y desafortunamente mantienen en vilo a la sociedad impotente.

Pido disculpas por la extensión de esta denuncia, pero es pertinente dejar testimonio en este blog de lo que está sucediendo en México, que además debe rebasar el análisis meramente periodístico y se hace necesario darle una mirada por encima del contexto local.


http://www.elboomeran.com/blog/175/sanjuana-martinez/10/

Tomaremos algunos datos:


LA NARCOPOLITICA

Es un arte en crecimiento, tangible, constante.

La simulación forma parte del sistema político mexicano. La guerra perdida de Felipe Calderón contra el narco ha generado un complejo aparato logístico y estratégico de narcopolítica. La mayoría de los políticos bailan al son de los capos de la droga. Ningún partido se salva. El dinero compra voluntades, lealtades, conciencias.

Los estados fronterizos son una prueba cotidiana de la narcopolítica. En Tamaulipas, por ejemplo, un estado fallido cuyas instituciones han sido aniquiladas, casi erosionadas por el narco, la vida transcurre bajo el domino absoluto del Cártel del Golfo (CdeG) dirigido desde la cárcel de Florida por Osiel Cárdenas Guillen y operado con mando único por Jorge Eduardo Costilla Sánchez, El Coss.

En Matamoros, centro neurálgico de operaciones del CdeG su alcalde Alfonso Sánchez Garza tomó posesión hace cinco meses en un restaurante, no en el palacio municipal. Muy simbólico. Tiene 40 años y lo observo mientras preside un evento en Playa Bagdad. Saluda durante quince minutos con amabilidad a policías, militares, marinos, rescatistas... Lo acompaña su esposa. En su perfil de Facebook dice que sus “intereses” son: Ser un Buen Hijo , El Mejor Esposo , Un Gran Padre , Un Excelente Matamorense , Un Orgulloso Tamaulipeco....”

Ups... La narcopolítica también es el arte de la simulación. En esta ciudad todo pasa por las manos del Cártel del Golfo: las policías municipales, la estatal, la federal, el ejército, la prensa, el sistema económico, la actividad productiva, la producción lícita e ilícita de mercancías.

Los reporteros de Matamoros entrevistan a su alcalde. Él se luce, habla con aplomo y presume sus logros, dice que la seguridad y la paz están garantizadas en su ciudad. Sonríe, mira a los ojos, incluso en su discurso tiene un tono muy parecido al de Felipe Calderón, aunque él sea del Partido Revolucionario Institucional.

Aprovecho unos minutos de silencio para romper la rutina periodística.

--- Usted dice que la seguridad está garantizada en Matamoros, pero esta es tierra del Cártel del Golfo. ¿Cómo combate eso, señor alcalde?

--- Mira, yo te puedo decir que gracias a Dios hasta el momento Matamoros ha estado tranquilo. Hemos contado con nuevos empleos. Y todo eso se logra precisamente porque la gente, los inversionistas y la ciudadanía van ganando confianza... hemos podido ir recuperando la confianza de la gente y de los mismos inversionistas. En este mes hemos tenido un repunte de dos mil empleos...

El alcalde no se atreve ni siquiera a mencionar “Cártel del Golfo”, de hecho, nadie me secunda. Lo sigo, lo observo, insisto, se despide apresuradamente de todos. Y deja el lugar. Entre toda la parafernalia de seguridad que le asiste, observo tres coches blancos con vidrios oscuros que lo custodian al final. Pregunto a un colega quiénes son: “Es la escolta del CdeG”, me responde con absoluta naturalidad.

¿Cómo puede gobernar un alcalde en una ciudad dominada, controlada y gestionada por el Cártel del Golfo? Plata o plomo, tal vez, es la disyuntiva. Son ellos quienes quitan y ponen autoridades. Me imagino las negociaciones que llevan al poder y luego la construcción de un discurso del disimulo, la impostura, la farsa.

Hace unos días preguntaron a Felipe Calderón su actuación frente a la narcopolítica: “En cuanto haya evidencia y esta sea judicializable estoy seguro que la autoridad correspondiente procederá, pero si no la hay, de ninguna manera me parece correcto andar buscando, entre comillas, evidencias en contra de nadie".

¿Judicializable? Calderón tiene muy poco respeto por la inteligencia de los demás. ¿En qué momento perdió el contacto con la realidad? Acaso se ha preguntado: ¿cuántos alcaldes, gobernadores de su partido, el PAN, están controlados por el narco? ¿Hacerse de la vista gorda como en el tema del lavado de dinero resuelve algo? ¿No investigar elimina el problema?

Es tan obvio y tan pocas las voces que se alzan para denunciarlo. El diputado federal panista Manuel Clouthier Carrillo es el único que ha tenido el valor de afirmar que Felipe Calderón ha permitido “la consolidación de la narcopolítica”. Hijo del luchador por la democracia Manuel Clouthier, Maquío, nacido en Sinaloa, tierra del Chapo Guzmán, el diputado no se anda por las ramas a la hora de decir por qué Calderón y su gobierno no le han entrado a la investigación de la narcopolítica: “porque se hacen pendejos”.

¿Así o más claro?

Esta guerra ha dejado un saldo de 60 mil muertos, 250 mil desplazados y 20 mil desaparecidos.



LOS DESAPARECIDOS

¿Que le puedo decir a una madre como María Cruz Camarillo Pérez que llora desconsoladamente por la desaparición de su hijo a manos de la Marina? ¿Cómo consuelo al doctor Otilio Cantú que acaba de perder a su hijo asesinado impunemente por los militares? ¿Que explicación razonable puedo ofrecer a Yolanda Verástegui cuyo hermano y sobrino fueron secuestrados por la policía local?...

Todos tienen en común una cosa: son víctimas caídas al agujero negro de la justicia. Han tocado infinidad de puertas y casi nadie les hizo caso. No existe en México, por motivos estratégicos, una ventanilla única para denunciar desapariciones, ni tampoco para presentar delitos del propio Estado; no hay una instancia que les de razón, mucho menos certidumbre en la búsqueda. La Comisión Nacional de Derechos Humanos se dedica a hacer recomendaciones que el Estado no acata. Su independencia está en entre dicho, particularmente porque tiene uno de los presupuestos más altos del mundo. Resulta onerosa, previsible y de adorno. Los únicos que atienden bajo sus limitaciones son las organizaciones civiles de derechos humanos. Pero están desbordadas por los acontecimientos. No dan abasto. La gente se refugia en Dios y en la virgen de Guadalupe. Busca sostenerse. “Usted es nuestra última esperanza”, me dijo una madre desconsolada.

Al miedo, se une el desconcierto. La mayoría no sabe qué hacer. Se hunden en la desesperación, en el desconsuelo. Vagan por las instituciones como fantasmas en pena. Acuden a las procuradurías, a los servicios periciales, a los anfiteatros. No existe un padrón nacional de cadáveres para cruzar datos con las listas de desaparecidos. Las fosas comunes con los “sin nombre” aumentan. No hay voluntad política de solucionar los casos.

Los desaparecidos de Calderón pasaran a la historia de la ignominia de su sexenio. La abyección del delito de la desaparición lo cubre la mentira institucional. La casta de privilegiados por encima de la ley empieza en los cuarteles de los que se supone sale la ley que garantiza nuestra seguridad y paz social.

Los campos de extermino se exhiben en las noticias como hallazgos del Ejército, pero la autoría de los crímenes que se cometen en esos crematorios clandestinos donde se “cocina” a las personas en tambos agujereados, es dudosa. Casualmente la mayoría de las narcofosas son encontradas por las fuerzas de seguridad del Estado, los militares o los marinos se llevan “el mérito” gracias a “llamadas anónimas”. Los campos de concentración donde se tortura cambian en cada ciudad. El ejército y la Marina utiliza gimnasios, parques feriales, aeropuertos... Así lo demuestran los testimonios de las víctimas sobrevivientes y de los familiares de las víctimas, esas que son ignoradas por la mayor parte de la prensa extranjera.

Eduardo Galeano dice en “Días y noches de amor y de guerra” que el sistema es el sistema y quien denuncia sus arbitrariedades, excesos y crímenes es llamado “enemigo del país”:

“Quien denuncia la injusticia, comete delito de lesa patria. Yo soy el país, dice la máquina. Este campo de concentración es el país: este pudridero, este inmenso baldío vacío de hombres. Quien crea que la patria es una casa de todos, será hijo de nadie”.

EL ESTADO MEXICANO

Es un arte en crecimiento, tangible, constante.

La simulación forma parte del sistema político mexicano. La guerra perdida de Felipe Calderón contra el narco ha generado un complejo aparato logístico y estratégico de narcopolítica. La mayoría de los políticos bailan al son de los capos de la droga. Ningún partido se salva. El dinero compra voluntades, lealtades, conciencias.

Los estados fronterizos son una prueba cotidiana de la narcopolítica. En Tamaulipas, por ejemplo, un estado fallido cuyas instituciones han sido aniquiladas, casi erosionadas por el narco, la vida transcurre bajo el dominio absoluto del Cártel del Golfo (CdeG) dirigido desde la cárcel de Florida por Osiel Cárdenas Guillen y operado con mando único por Jorge Eduardo Costilla Sánchez, El Coss.

En Matamoros, centro neurálgico de operaciones del CdeG su alcalde Alfonso Sánchez Garza tomó posesión hace cinco meses en un restaurante, no en el palacio municipal. Muy simbólico. Tiene 40 años y lo observo mientras preside un evento en Playa Bagdad. Saluda durante quince minutos con amabilidad a policías, militares, marinos, rescatistas... Lo acompaña su esposa. En su perfil de Facebook dice que sus “intereses” son: Ser un Buen Hijo , El Mejor Esposo , Un Gran Padre , Un Excelente Matamorense , Un Orgulloso Tamaulipeco....”

Ups... La narcopolítica también es el arte de la simulación. En esta ciudad todo pasa por las manos del Cártel del Golfo: la policías municipales, la estatal, la federal, el ejército, la prensa, el sistema económico, la actividad productiva, la producción lícita e ilícita de mercancías.

Los reporteros de Matamoros entrevistan a su alcalde. Él se luce, habla con aplomo y presume sus logros, dice que la seguridad y la paz están garantizadas en su ciudad. Sonríe, mira a los ojos, incluso en su discurso tiene un tono muy parecido al de Felipe Calderón, aunque él sea del Partido Revolucionario Institucional.

Aprovecho unos minutos de silencio para romper la rutina periodística.

--- Usted dice que la seguridad está garantizada en Matamoros, pero esta es tierra del Cártel del Golfo. ¿Cómo combate eso, señor alcalde?

--- Mira, yo te puedo decir que gracias a Dios hasta el momento Matamoros ha estado tranquilo. Hemos contado con nuevos empleos. Y todo eso se logra precisamente porque la gente, los inversionistas y la ciudadanía van ganando confianza... hemos podido ir recuperando la confianza de la gente y de los mismos inversionistas. En este mes hemos tenido un repunte de dos mil empleos...

El alcalde no se atreve ni siquiera a mencionar “Cártel del Golfo”, de hecho, nadie me secunda. Lo sigo, lo observo, insisto, se despide apresuradamente de todos. Y deja el lugar. Entre toda la parafernalia de seguridad que le asiste, observo tres coches blancos con vidrios oscuros que lo custodian al final. Pregunto a un colega quiénes son: “Es la escolta del CdeG”, me responde con absoluta naturalidad.

¿Cómo puede gobernar un alcalde en una ciudad dominada, controlada y gestionada por el Cártel del Golfo? Plata o plomo, tal vez, es la disyuntiva. Son ellos quienes quitan y ponen autoridades. Me imagino las negociaciones que llevan al poder y luego la construcción de un discurso del disimulo, la impostura, la farsa.

Hace unos días preguntaron a Felipe Calderón su actuación frente a la narcopolítica: “En cuanto haya evidencia y esta sea judicializable estoy seguro que la autoridad correspondiente procederá, pero si no la hay, de ninguna manera me parece correcto andar buscando, entre comillas, evidencias en contra de nadie".

¿Judicializable? Calderón tiene muy poco respeto por la inteligencia de los demás. ¿En qué momento perdió el contacto con la realidad? Acaso se ha preguntado: ¿cuántos alcaldes, gobernadores de su partido, el PAN, están controlados por el narco? ¿Hacerse de la vista gorda como en el tema del lavado de dinero resuelve algo? ¿No investigar elimina el problema?

Es tan obvio y tan pocas las voces que se alzan para denunciarlo. El diputado federal panista Manuel Clouthier Carrillo es el único que ha tenido el valor de afirmar que Felipe Calderón ha permitido “la consolidación de la narcopolítica”. Hijo del luchador por la democracia Manuel Clouthier, Maquío, nacido en Sinaloa, tierra del Chapo Guzmán, el diputado no se anda por las ramas a la hora de decir por qué Calderón y su gobierno no le han entrado a la investigación de la narcopolítica: “porque se hacen pendejos”.

¿Así o más claro?



POESÍA ERES TU

La barbarie de esta guerra delirante tiene nombres propios. Y este blog es una muestra de ello. Cada post, es la particularidad de una generalidad siniestra. Protagonistas sin afán, héroes anónimos, canallas célebres, víctimas sin fin. Hay que ponerle rostro a la tragedia para recordarla y combatir el olvido y el silencio.

Me niego a ver 36.000 muertos en un amasijo de carne y huesos; de estadistícas. Me niego a aceptar que 8 mil 897 personas asesinadas no tienen nombre. De ellos 3 mil 457 son hombres y mil 885 mujeres. Hay 55 casos que no puede determinarse el sexo; pero todos ellos tenían nombre y apellido, una historia de vida.

Estoy segura que muchos de esos “No Nombre” son buscados por sus familiares, sus parejas e hijos. En tan solo cinco años se han registrado más de 18.000 desaparecidos. Son muchas vidas destrozadas, familias mutiladas, existencias cercenadas.... ¡Cuánto dolor acumulado!

Y de pronto, entre los miles de crímenes execrables, entre las matanzas cotidianas y el exterminio de desconocidos, aparece un occiso que no solo tiene nombre y apellido, sino que resulta cercano; alguien que deja de ser “cualquier muerto” y que aparece distinto, singular, único; como deberían aparecer todos.

Entonces el azoro permanente por la abyección se convierte en insoportable estupor; en rabia, indignación y en exasperación contenida.... ¡Cuánto inocente asesinado!... ¡Cuánta muerte inútil!...

Juan Francisco Sicilia Ortega tenía 24 años y era hijo del colega y poeta Javier Sicilia. Lo encontraron junto a otras seis personas, todos atados de pies y manos. Los siete fueron torturados y asfixiados. El joven iba con sus amigos Julio César y Luis Antonio Romero Jaime y Gabriel Alejo Cadena. No conocía al resto: el ex militar Álvaro Jaimes, María del Socorro Estrada y Jesús Chávez Vázquez.

Las circunstancias de los asesinatos son oscuras como el eterno camino a la procuración de justicia en este país. El hallazgo de los cuerpos fue el 28 de marzo y según la procuraduría de Morelos había un narcomensaje firmado por el CdeG (Cartel del Golfo)... pero días después aparecieron mensajes de este cártel de droga, desmintiendo dicha autoría.

Javier está devastado, pero su entereza es admirable, una muestra de dignidad para todos. Ha encabezado actos de protesta y convocado a una marcha nacional para este miércoles 6 de abril. Para él hay un antes y un después. Sus palabras conmueven porque nos unimos a él: “todos los jóvenes corrompidos o muertos en esta guerra, y que sólo son manejados por el gobierno como estadísticas, se llaman desde ahora para mí: Juan Francisco Sicilia. Todos son nuestros hijos”.

Su territorio es la palabra y la espiritualidad: “A mi hijo lo mató la bondad y el amor, porque fue a ayudar a sus amigos. Hizo lo correcto. En el momento final, estoy seguro que Dios lo asistió”.

Juan Francisco iba a graduarse en administración de empresas y en junio se iba a Europa de vacaciones. Toda una vida por delante. Su padre le escribió el último poema: “El mundo ya no es digno de la palabra. Nos la ahogaron adentro. Como te (asfixiaron). Como te desgarraron a ti los pulmones. Y el dolor no se me aparta, sólo queda un mundo. Por el silencio de los justos. Sólo por tu silencio y por mi silencio, Juanelo”.

Javier ha dicho que no volverá a escribir poesía. Y lo entendemos porque compartimos su dolor, su sufrimiento. Perder un hijo es contranatura. Uno está preparado para irse antes; lo demás es amputación. Su grito elegíaco nos mueve a todos: “los políticos van a acabar reinando sobre un montón de osarios y sobre gente que ya tendrá el alma carcomida y despedazada. ¿Ese es el México que queremos?

No. La mayoría quiere lo mismo que tú Javier, un México distinto, un México en paz. Habrá que refundar el Estado, recuperar la palabra, el gobierno del pueblo. Recordarle a los políticos que se deben a la voluntad de los gobernados. Exigiremos justicia, el fin de la guerra, de la barbarie; sin mutilar la palabra, sin desterrar la poesía. Sin callar.

Porque tu palabra, tu acción, tu expresión es poesía Javier; porque Juanelo son todos los jóvenes destrozados por esta guerra, porque tenía razón Gustavo Adolfo Bécquer: “poesía eres tu”.

DEBAJO DE LOS PINOS

Llegan arrasando con todo. Unos y otros. Primero vinieron por las cosechas, luego por las mujeres jóvenes, algunas todavía niñas; después por los campesinos y sus líderes. Se apoderan de sus tierras, ranchos y casas. Hasta que hay alguien que les planta cara.

Estaban cansados de la extorsión constante. Celebraron la Navidad con una temperatura bajo cero. Era 26 de diciembre y un comando de 10 hombres con ropa militar y encapuchados llegó al poblado Tierras Coloradas en el municipio de El Mezquital a unas doce horas de camino a la ciudad de Durango. No era la primera vez que los hombres del Chapo Guzmán se acercaban para amenazar a sus pobladores.

Esta vez el líder de la comunidad tepehuana, Vicente Cabada Chamorro les hizo frente. No se lo esperaban. Corrieron cuando Vicente les empezó a disparar. Creyeron que se sometería. Lo pagó caro. Murió en el ataque, pero antes alcanzo a matar a uno de ellos.

Los indígenas sabían que los hombres del Cártel de Sinaloa volverían a vengar a su hombre. Se pusieron de acuerdo y alrededor de 50 familias se fueron al monte. La zona boscosa de la Sierra de Durango ha sido su casa por generaciones, así que decidieron irse con lo puesto, dejando a alguno para vigilar sus pertenencias. Hicieron bien. Dos días después la gente del Chapo volvió. Esta vez eran entre 60 y 70 hombres que predieron fuego a 37 casas y 27 vehículos. Arrasaron con todo: clínica, escuela, tienda Conasupo...

Estuvieron vagando por la Sierra, luego acordaron irse rumbo a la capital. Llegaron el 6 de enero y contaron su historia a las autoridades. El gobierno dijo que era un problema entre cárteles rivales, ya que los campesinos habían vendido droga a los Zetas y por eso los del Cártel del Golfo se vengaron.

En esta zona, como en muchas otras de México son los cárteles los que colocan a las autoridades. Los capos ponen y quitan alcaldes, gobernadores, directores de penales, jefes de policía, mandos militares... el dinero de la droga compra voluntades.

La Fiscalía de Durango reconoció finalmente la agresión el 12 de enero y desde entonces prometieron ayudar a los indígenas. Han pasado varias semanas desde entonces y nada se ha hecho. No han cumplido. Los indígenas mexicanos (el 12 por ciento de la población) son invisibles, no están representados en las instituciones y el racismo lo padecen de muchas formas.

Impasibles, indolentes, las autoridades observan como los tepehuanos deambulan en la capital del Estado sin tener a dónde ir. La mayoría no habla español. Otros en cambio, decidieron volver a la Sierra: “Están debajo de los pinos, por ahí en las cuevas, por allá a la intemperie pues”, dice Alejandro Aguilar, quien sustituyó a Vicente.

Lo perdieron todo. Su pueblo se reduce ahora a un montón de escombros y se añade a la larga lista de pueblos fantasmas.

CONTRA LOS MEDICOS

El año nuevo exige recuento y ejcutometro. Las matanzas selectivas están generando terror. Ellos, los del crimen organizado, necesitan todo tipo de mano de obra. Profesionales que les construyan sus búnkers o mansiones; técnicos que les organicen sus telecomunicaciones; electricistas, albañiles, mecánicos, químicos para sus laboratorios de drogas y por supuesto médicos para atender a los suyos o mantener con vida a las víctimas de tortura.

La complicidad de médicos en hechos atroces esta documentada en algunos regímenes como las dictaduras militares de Argentina y Chile. ¿Pero qué pasa cuando no cooperan? ¿cuándo se niegan a atender a los criminales? ¿cuando algún pez gordo del crimen organizado se les muere irremediablemente?.... los matan, matan a los médicos.

Eso está pasando en Ciudad Juárez donde los cárteles de la droga tienen un nuevo objetivo: los galenos. Van ocho asesinados y quince secuestrados en los últimos meses. En la vorágine de información sobre violencia que se vive en México, muchos se han dedicado a contar los muertos. El ejecutometro le llamamos los periodistas. Un ejecutometro que despersonaliza, que se olvida de contar las historias de los protagonistas y que se reduce solamente a enumerar a cientos de muertos con hechos fríos o más bien escalofriantes la mayor parte de las veces.

Por eso quiero destacar en esta cacería aterradora la figura del ortopedista y traumatologo Alberto Betancourt Rosales. Un hombre bueno, maestro de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Secuestrado, torturado brutalmente y asesinado a los dos días de cautiverio. Su cadáver fue arrojado a la calle con la cabeza cubierta con cinta masking tape plateada.

Sus captores habían pedido dos millones de pesos que la familia no pudo reunir en tan poco tiempo. Supuestamente estaban negociando. Fue una víctima fácil. Lo secuestraron en el estacionamiento del Centro Médico de Especialidades donde trabajaba. Así lo han hecho con otros médicos. Los esperan a la salida de sus consultas, por eso algunos han decidido dar servicio privado de manera discreta, sin letreros, sin batas blancas, sin llamar la atención en un consultorio oculto. El gremio está harto. Desesperado. Han pedido médicos militares para atenuar la presión y el miedo.

Más de 3.000 personas fueron asesinadas en Ciudad Juárez durante el año que apenas termina y casi 7.500 desde que Felipe Calderón empezó su guerra...

El ejecutometro sigue avanzando en el país... 31 mil muertos.... Y el ojo humano se acostumbra cada vez más a la violencia despiadada, a las imágenes espantosas de los muertos colgados en los puentes, desmembrados, decapitados... La última modalidad: arrancar el rostro a las víctimas parece no sorprender a casi nadie.

La insensibilidad, la banalización del dolor, el horror de la inacción humana, la terrible realidad de ser simples espectadores.




martes, septiembre 20, 2011

PAOLA OLOIXARAC

Le he seguido el rastro  a esta  escritora y filosofa Argentina, quien ha sorprendido a sirios y troyanos, por la calidad  de su primera novela, por su excentricidad, que suscita polémicas a granel  y por el cuestionamiento implícito a un mundo virtual,que nos avasalla. En este texto se expone la vacuidad del hombre en medio de una posmodernidad que es imposible de entender para quien la padece. 
Tomare algunas reseñas y artículos importantes sobre la novela y la autora, por considerarlos muy buenos.

DANIEL LINK

«Las teorías salvajes podría entenderse como una comedia (y más exactamente: como una comedia isabelina) si no fuera porque, en rigor, es más bien un roman philosophique, que encuentra en la razón, la modernidad y el sujeto universal sus temas. Por supuesto, las doctrinas, tal como cualquier persona con paciencia puede aprenderlas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (“un ecosistema gagá donde se permitía al académico gagá convivir a gusto con el deterioro institucional”), no están ausentes de su discurrir, pero el aspecto que presentan los personajes filosóficos convocados es de tal talante que, ahora sí, parecen héroes de una comedia (pero una comedia disparatada de los años cincuenta).
El lector atento encontrará en Las teorías salvajes ramalazos de Humbert-Humbert, de Rousseau, de Wittgenstein, incluso de Nippur de Lagash. Es como si la novela (o las novelas que se incluyen unas dentro de otras, como Matrioshkas desquiciadas que además han leído a Proust y saben que todo puede ser leído à clef) quisiera gritar: “¿pero no era que filo-sofía quería decir amor por el saber, no importa dónde se encuentre?”. Desde estas páginas que Pola Oloixarac (pariente empática del barón Jacob von Uexküll, el eminente zóologo) nos regala, alguien le contestaría que no: “La filosofía es el playground de Satán”.»

BEATRIZ SARLO


La teoría en tiempos de Google


El pececito se llama Yorick y la gata Montaigne Michelle. Su dueña se aferra a una “edición trilingüe de la Metafísica de Aristóteles” y usa “gorra de escribir” como Jo en Mujercitas. Una tormenta le impone, como toda la naturaleza, su “efecto gótico” y el terror la conduce a una cita de John Aubrey sobre la costumbre de Hobbes de cantar de noche desgañitándose porque creía que así beneficiaba sus pulmones. Inmediatamente, por deslizamiento, llega Rousseau que, como Hobbes, también protagoniza episodios de paranoia “clásica y barroca”.
Cualquier párrafo de la novela de Pola Oloixarac ofrece esta variedad de remisiones culturales. La Facultad de Filosofía y Letras de la UBA es la patria de adopción de la narradora (alias Rosa Ostreech: Avestruz Rosado), hija vengadora y respetuosa, satírica y disciplinada de la heterotopía cuyo lugar físico es Puán y Pedro Goyena. Las teorías salvajes no podría haber salido de una cabeza educada en otra parte; a quienes conocen la abigarrada escena de la Facultad esta novela les resultará algo así como una carta escrita por un pariente próximo que desprecia y ama los cuatro pisos del edificio y los personajes de picaresca que discurren allí (los vendedores de videos y discos truchos o de panes rellenos, los organizadores de iniciativas descabelladas que la novela, al pasar, pone en ridículo, las profesoras arratonadas, los ayudantes de cátedra solícitos, los titulares carcomidos por la decrepitud y la repetición que se transforman en objetos eróticos de estudiantes obsesivas, ávidas y ambiciosas).
Las teorías salvajes muestra lo que se puede hacer con lo que se aprendió en la Facultad, o sea que, a su modo, es un panegírico del mundo universitario que ha convertido a una mujer joven y bella (narradora, personaje, conste que no digo autora) en una especie de monomaníaca para quien lo erótico se consume o se consuma en la pasión filosófica y viceversa. Reivindicación hipercrítica de Puán y Pedro Goyena, la novela se apoya sobre el mismo suelo que convierte en un campo minado. No hay por qué pensar de antemano que eso carece de un interés más amplio, porque todo depende de la eficacia de la sátira que a veces es veloz, inteligente, cruenta, y otras, demasiado engolosinada con su perspicacia.
Fiel a esta heterotopía del Saber, la narradora tiene siempre un libro a mano para fregarlo contra el hocico de su gata en un gesto de didactismo mimético; o para contar una performance porno-underground o un trip de pastillas y polvos diversos en una disco. Las teorías (antropológicas, psiquiátricas, filosóficas, tecnológicas) fascinan, pero también son instrumentos para escribir una novela que yo no llamaría filosófica, sino de aprendizaje, no una “educación sentimental” sino una educación a secas.
Se podría hablar de los procedimientos intertextuales que ponen de manifiesto esta educación, de las citas de libros reales o de textos inventados. Sin embargo, no estoy muy segura de que “intertextual” sea la palabra adecuada. Habría que buscar otra. La intertextualidad pertenece a la época de las bibliotecas reales y de las enciclopedias. Las citas, alusiones y ficciones teóricas de esta novela son de la era Google, que ha vuelto casi inútil el trabajo de hundir citas cifradas porque nada permanece cifrado más de cinco minutos. Sylvia Molloy escribió que la erudición borgeana era incierta y finalmente poco confiable. Esa cualidad dudosa de la cita, que producía la indeterminación de los textos de Borges, hoy no tiene condiciones de posibilidad: no hay incertidumbre; verdadera, modificada o intacta, la cita siempre se encuentra a pocos golpes de teclado; y las citas falsas no aparecen entre los resultados del buscador.
El personaje de Las teorías salvajes lleva una mochila llena de libros, posee los clásicos en las lenguas correspondientes, clasifica con cartoncitos los estantes de su biblioteca. Pero ella y nosotros sabemos que allí está Google, burlando la colección de libros y artículos sobre papel, como una amenaza a la custodia privada del saber. Atento a esta cualidad Google, Tulio Halperín Donghi, en Son memorias, reemplazó todas las referencias a libros que conoce perfectamente por una fórmula leve y divertida: “Google me informa”. Después de Google, no hay erudición sino links. Las teorías salvajes vive desesperadamente esta situación y quizá por eso Pola Oloixarac acumula referencias.
Aunque Hobbes es “el centro flamígero” de la biblioteca y las teorías de un antropólogo apócrifo invierten la ficción freudiana en torno al asesinato del Padre, Las teorías salvajes sobresalen más en el aforismo y el mot d’esprit: un setentista es un “trasto viejo de ideologemas” y está “envuelto en su extraño glamour de veterano de guerra sucia”; el consumo de cumbia por las capas medias es una “degeneración chic de lo inadmisible”. Igual que Laura Ramos, Oloixarac es implacable con la educación recibida como hija de “progres”: a los chicos no se les compra helados Massera y en los colegios está bien visto “escribir ensayos sobre los desaparecidos y poemas sobre la dictadura en las clases de expresión corporal”, cuyos títulos pueden ser “Pégame y llámame Esma”. La caricatura de esos años de infancia es tan sarcástica como eficaz, con una sola excepción: no funciona la parodia del diario íntimo de una militante setentista que la novela transcribe. La parodia necesita una idea más exacta del texto a parodiar y Oloixarac no la tiene.
En paralelo a la historia del desenfrenado erotismo filosófico de la narradora nacida y criada en Filosofía y Letras hay otra historia, que transcurre en el escenario de lo semi fashion, semi cool, bizarro de Buenos Aires, donde cada minoría cultural es el centro de pequeños oleajes de celebridad marginal (en realidad: todo es margen). Esos personajes, por un capricho de la fortuna, acceden al estatuto de celebrities fugaces. Allí hay de todo: hijos de madres setentistas (exactamente captadas con su pelos al viento a lo Farrah Fawcett y sus largas polleras), parejas en busca de parejas que arman una especie de colonia urbana para el sexo, las drogas, la difusión de videos, y la creación de una página de games en Internet que se inaugura con Dirty Wars 1975, nerds, cumbieros y, como pintoresco desafío, un empleado de MacDonald’s con síndrome de Down que se masturba con la protagonista de videos under porno. Este abanico de life-styles tiene una dinámica merecidamente mayor que el reducto Puán de las pasiones filosóficas. La zona juvenil de Las teorías salvajes, en especial una noche en la disco y la realización del video-game cuya acción transcurre en los años setenta, muestra una vitalidad exuberante, acentuada por la original insistencia con que Oloixarac escribe sobre los cuerpos feos y las materias o los olores inmundos.
La mezcla de bizarros, nerds y beautiful people produce un tratado de microetnografía cultural más convincente que los que resultan de las pasiones teóricas. Las teorías salvajes están allí.

Huida y lectura rápida
por Dasbald

Tratando de huir a los microefectos negativos que me provoca el contacto con mi familia política, de la cual una parte esta noche viene de visita a mi hogar dulce hogar, salgo a la calle, me encamino hacia una librería tratando de comprar Las teorías salvajes de Pola Oloixarac. Pronto me doy cuenta de que estoy ante un posible pequeño best seller, si es que apresuradamente se puede llamar así al efecto de haberse agotado en una, dos, tres, cuatro librerías. Finalmente hay dos ejemplares en una sucursal de Hernández sobre los que me abalanzo discretamente. Entonces pago, miro de reojo alguna que otra cosa, pero básicamente salgo rápidamente del local y más rápidamente intento abandonar la zona de la avenida Corrientes con su aire de fantasma setentista de sábado por la noche. No es que la calle Corrientes me parezca insoportablemente espeluznante y horrible bajo cualquier luz o a cualquier hora del día, debiendo escapar imperiosamente cada vez que necesito frecuentar sus inmediaciones, sino que en esta ocasión su fealdad no es suficiente. Debo buscar algún espacio o sitio aún más espantoso que silencie el continuo tic tac con el que una bomba de horror doméstico me acosa: ellos, es decir, mi cuñado, el primo de C., en fin, y algunos otros miembros de la tribu de los Campanelinsky, en este momento deben de estar paseándose por mi casa y sus pasillos, inspeccionándolo todo, hablando a los gritos, etc. Por lo tanto, no se me ocurre nada mejor que el Alto Palermo para esta emergencia. La noche recién comienza y el show aún no.
Una vez allí, en el patio de comida, me siento en un sillón alargado, tipo banco de plaza acolchado, que da frente a un McDonald’s, entre dos seres en devenir rubias y un padre con su hijo recién amaestrado. Abro el libro, comienzo y sigo sin poder detenerme hasta la página 188 en la que leo: “Nada compite en asco con el capitalismo escénico desarrollado por las izquierdas para la comercialización de sus productos. Es una forma de banalidad común a las sociologías triunfantes: el silogismo práctico según el cual la verdad está necesariamente del lado de los perseguidos y de los pobres, sólo porque halaga al ideal democrático en vigencia y otra sarta de eufemismos que no pueden ser puestos en duda. Tener una izquierda triunfante en el ámbito de la cultura tiene consecuencias peores que simplemente malas películas”, dice el personaje apodado como Pabst, blogger de la paja furiosa, aspirante a destruir cualquier romanticismo del individuo a través de sus despliegues teóricos sociológicos, y a punto de crear unas páginas más adelante, con otros 3 freaks de la cultura porteña con los que comparte sexo grupal y frustraciones, un juego en red llamado Dirty War 1975 en el que los montoneros son recompensados por una grabación de la voz del padre Mujica, a la vez que se enfrentan tácticamente, por ejemplo, a Rani I en su uniforme de servicio: traje, corbata, Ray Ban negros.
Al detenerme se me ocurre que me he reído más de una vez en voz alta a lo largo de estas 188 páginas que recorrí de un tirón, aunque no puedo asegurarlo. El ruido ambiente distorsiona cualquier sentimiento y su concatenada expresión. Se trata de determinar algo en medio de la sofisticación del ruido. Pero debo decir que esta frase, no el primer dardo dirigido hacia la izquierda, me hace reír a la vez que no puedo dejar de sentir cierta compasión por este grupo de personas exaltadas, mesiánicas, del cual tantos, y cada vez más, van a comer como se come la carne al borde del patíbulo. De pronto siento que me enternezco, poseo un sentimiento de piedad política y recuerdo la risa fáustica y la vitalidad glamorosa de Foucault restallando sobre la pudibundez de un Chomsky sobrecargado de buenas intenciones. Como dos estrellas de una película blop, sus rostros me dicen algo desde la minipantalla de youtube.com. No puedo dejar de pensar que el postestructuralismo tuvo algo que ver en esta carnicería, en esta caída, con sus mariconerías teóricas, su desdén por lo humano, su capacidad milimétrica para la semántica y la sintaxis, su frivolidad y cinismo eléctricos. Pero vuelvo a la lectura, donde finalmente todos los personajes se reúnen en una fiesta para celebrar un nuevo programa con el que intentan hackear el Google Earth, como insectos embravecidos por el alcohol, el sexo de terrario y el fin de cualquier ilusión romántica, de cualquier espontaneidad que pueda dejarlos más allá, o más acá, de las teoría que enarbolan una tras otra, constantemente, tratando de no quedar desnudos, porque, a decir verdad, los personajes que pululan por esta novela, no tienen idea de qué es estar desnudos, de qué es la espontaneidad, esa diosa innombrable, desproporcionada y deforme.
Novela sobre los ritos de iniciación, casi como si de un manual de etología se tratase, pero qué manual desopilante, en un primer capítulo podemos seguir retrospectivamente la historia de los padres de K, actual artista multimedia, allá por los ‘70, y los comienzos de una relación donde sexo y política se mezclaban como vemos se mezclan también muy rápidamente en la contemporaneidad de K., pero con la diferencia de que en aquellos años de plomo, dice Pabst, uno se podía permitir ser cursi, decir yo quiero ser un poeta maldito, mientras que hoy eso sería una ridiculez insoportable. Así como la generación anterior, una bomba de jabón que explota desencadenando la generación de K, separándola, expulsándola en fragmentos, las aventuras de nuestra narradora, que mira a K y su pandilla desde la distancia y de la cual solo conocemos su nombre por medio de un anagrama, volverán a unir estas generaciones, entregándose ella misma a un examen minucioso con el que intentará ver cómo el pasado se vuelca en el presente de la artista K., pero sin saber que al acercarse tanto, ambas capas, la década del ’70 y la actualidad, colisionarán mostrando cada una sus detritos, sus inseguridades y su imposible erotismo. Porque nuestra narradora, una especie de Mirna Minkoff en busca de su Ignatius Reilly, nos irá contando sobre ella misma y sobre el enamoramiento incontrolable que sufre por un profesor ya decrépito de la facultad, a la vez que se ve perdida en el rito de aprendizaje al que se somete cuando trata de seducir a un ex líder montonero con el que se propone aprenderlo todo y así volcar ese conocimiento, experta estudiosa, sobre el campo de batalla amoroso, pero por sobre todas las cosas, sobre las teorías anquilosadas de su profesor, futuro amante, a las que intenta insuflarles vida. Porque el campo que Augusto García Roxler comenzó a vislumbrar cuando era joven y trabajaba ad honorem en la Colonia Montes de Oca, necesita de esta ninfa milimétrica que todo lo observa desde su claustro en el que vive con un pez y una gatita. Narradora virginal, férrea, que nos recuerda un poco al costado irónico del poema de Margaret Atwood, The Loneliness of the Military Historian, en el que una mujer habla de su profesión de historiadora de la guerra, poco a poco, al ir mostrándonos sus teorías y sus lecturas, logra algo irresistible: hacer delirar el lenguaje técnico de la ciencia hasta convertir la novela entera y su cadencia filosófica, cuya voz personal parece delineada dúctilmente por un dibujante de historietas, casi como si Pola Oloixarac intentara leer al Marqués de Sade como un escritor de comedias, en una comedia de costumbres desopilante, donde por ejemplo no falta el diario de una militante que le escribe a Mao sobre su cola chata y los bigotes de su enamorado. Pero por sobre todo, lo que Pola Oloixarac intenta con cada avance táctico sobre la historia, la política, el miedo a dejar de ser humanos, la construcción exacerbada de situaciones y deformidades narrativas, el análisis hilarante y exhaustivo de películas de la cultura de masas, el propio deseo de la narradora, es cuán lejos se ha propuesto ir, aún a riesgo de fracasar en un lugar donde esta novela se encuentra sola, debiendo saludar tal vez como los gladiadores que se entregaban a la arena pública diciéndole al César, Morituri te salutamus, sabiendo muy bien que el pasado no es sino un umbral de presente puro, salvaje, en el que nos ponemos una tras otra las teorías pero también intentamos sacárnoslas, una tras otras, como infinitas capas de horror.


FRAGMENTO DE LA NOVELA

En los ritos de pasaje practicados por las comunidades Orokaiva, en Nueva Guinea, los niños que van a ser iniciados, varones y niñas, son primero amenazados por adultos que se agazapan tras los arbustos. Los intrusos, que se supone son espíritus, persiguen a los niños gritando “Eres mío, mío, mío”, empujándolos a una plataforma como la que se usa para matar cerdos. Los niños aterrorizados son cubiertos por una capucha que los deja ciegos; son llevados a una cabaña aislada en el bosque, donde se convierten en testigos de secretas ordalías y tormentos que cifran la historia de la tribu. No es infrecuente, narran los antropólogos, que algunos de los niños mueran en el curso de estas ceremonias. Finalmente los niños sobrevivientes regresan a la aldea, vestidos con máscaras y plumas como los espíritus que los amenazaron al principio, y participan de la caza de cerdos. Regresan ya no como presas sino como predadores, gritando la misma fórmula que habían escuchado de labios enemigos: “Eres mío, mío, mío”. Entre los Nootka, Kwakiutl y Quillayute, en el noroeste del Pacífico, son los lobos –hombres con máscaras de lobos– que amenazan a los pequeños iniciados, persiguiéndolos a punta de lanza hasta empujarlos al centro de los rituales del miedo; al cabo de esas torturas esótericas son introducidos en los secretos del Culto del Lobo.
La vida de la pequeña Kamtchowsky se inició en la ciudad de Buenos Aires, durante los “años de plomo”; el acceso a la conciencia coincidió con la “primavera alfonsinista”. Su padre, Rodolfo Kamtchowsky, provenía de una familia polaca radicada en Rosario durante la década del ‘30. Era el único varón de la casa; la prematura muerte de su madre lo había llevado a vivir con sus tías. Ya en primero inferior demostró habilidades excepcionales para el pensamiento abstracto; en cuarto grado su maestra de matemática, que había estudiado en la universidad, se refirió con elogios a su inventiva formal. El pequeño Rodolfo fue a contárselo a sus tías, que se asustaron un poco y decidieron que cuando cumpliera trece años lo mandarían a Buenos Aires a estudiar. Rodolfo era un chico alegre, aunque muy tímido; hablaba poco y a veces parecía no registrar lo que le decían. Cuando llegó el momento, Rodolfo se mudó a la casa de otra tía, frente al Parque Lezama. Entró en la escuela técnica Otto Krause y más tarde se recibió de ingeniero en tiempo récord.
Su elección de carrera y su carácter retraído no fomentaban las relaciones con chicas; en la facultad apenas había conocido a dos, y no podía asegurar que reunieran méritos suficientes para adjudicarse la denominación “chicas”; tenían el estilo de retaca amorfa que luego heredaría su hija. Pronto se volvería evidente que el destino y la opción intelectual habían hecho de Rodolfo un elemento forzosamente fiel, monógamo y heterosexual. Era natural que apenas la Providencia le acercara una mujer (una perteneciente al conjunto “Chicas”), Rodolfo se aferraría a ella como ciertos moluscos nadadores viajan por el océano hasta que clavan su apéndice muscular en el sedimento como un hacha, cuya concha o manto tiene la facultad de segregar capas de calcio alrededor de la película mucosa que lo lubrica; al cabo de un tiempo ésta se rompe y el molusco regresa a la deriva, que varía entre el océano y la muerte.

sábado, septiembre 10, 2011

UN AÑO DE GOBIERNO DE JUAN MANUEL SANTOS EN COLOMBIA


Juan Manuel Santos al asumir el poder se propuso recobrar la institucionalidad del país después de ocho años de un gobierno que había concentrado casi la totalidad de sus decisiones en el ejecutivo, en muchas ocasiones torciéndole el cuello a la Constitución. Hasta ahora este cometido se ha cumplido a cabalidad y de su mano hemos recuperado la institucionalidad perdida. Empecemos hablando del presidente propiamente y su estilo. Este, que es un gobierno de coalición nacional desde su posesión mantiene unos índices de popularidad muy altos.  Juanita León en la “silla vacía” escribe: "Juan Manuel Santos es un cyborg programado desde chiquito para ser Presidente". Creo que aquí hay un grave error, que de hecho genera en principio un a priori equivocado: No fue preparado para ser presidente, sino para ser ex presidente y de hecho así lo está haciendo. Adelante agrega Juanita: “Santos nació en el seno del poder y aprendió a dominar los círculos del poder desde niño y a disfrutar haciéndolo. Su habilidad para la estrategia política y para diseñar las componendas elitistas en el momento oportuno es reconocida por amigos y enemigos. Por eso, aunque Santos nunca ha ganado un voto, ha acumulado múltiples victorias políticas que lo han llevado a donde está hoy. "Aprendió a mandar y a que le lagartearan desde chiquito", cuenta un amigo suyo, que dice que desde que Santos tiene uso de razón presenció como todo el mundo lisonjeaba a los dueños del periódico. "Ningún otro candidato reciente tiene tanta familiaridad con el poder. En la familia Santos hay un gran respeto por los adultos y un cierto afán por ganarse su admiración. Si Enrique Santos, Luis Carlos Galán y Daniel Samper Pizano eran los consentidos del periodismo de Eduardo Santos, Juan Manuel era el elegido de la familia para convertirse en el heredero de la dirección de El Tiempo y también en el próximo Santos en llegar a la Casa de Nariño.” Es cierto y hace se le suma una excelente preparación y una diplomacia sin parangón, con la mente fría para tragarse sapos del tamaño de un dinosaurio y esperar con paciencia el tiempo justo para escalar posiciones. Todas estas cualidades le han permitido en el gobierno: Recomponer las relaciones tan distantes entre los poderes, mejorar las relaciones con nuestros vecinos y delegar a sus justas proporciones el poder como está estructurado en la carta política. Santos ha sido menos visible que su antecesor, pero no por eso aislado de las grandes decisiones.

Este gobierno impuso una agenda legislativa importante. Ley de reparación de victimas, modificación al régimen de regalías, la que le permite escindir los ministerios y volver a poner la casa en orden, modificaciones al sistema de salud y riegos profesionales, ; la eliminación de la Comisión Nacional de Televisión; el que plantea curules en Senado, Cámara, Asambleas y Concejos, para aquellos candidatos perdedores a la Presidencia, a la Vicepresidencia, a las Gobernaciones y Alcaldías, que obtengan una votación significativa. Igualmente obtuvieron vía libre el que otorga gratuidad para la educación de los ciudadanos de 3 a 18 años; el que obliga al gobierno a informar al Congreso sobre la objeción de las iniciativas; y el que establece mayores calidades para los aspirantes a la Carrera Administrativa, el que elimina la Comisión Nacional de Televisión; el que aprueba la Convención Internacional para la protección de las personas contra las desapariciones forzadas; y el que establece lineamientos para el desarrollo de la telesalud entre otros. Estas tan solo es el abrebocas de un total de 71 proyectos de ley importantes. Bueno recordarle al país que este es un país de muchas leyes y poca ejecución. Otro ha sido el propósito del actual ejecutivo, solo esperaremos como termina su mandato.

En materia de seguridad la percepción general no es buena y asi lo ratifican las estadisticas. Se tiene la sensación, y además se palpa a granel en cada ciudad, que el fenómeno de la delincuencia común, el narcotráfico y la guerrilla, ósea los problemas de orden público se  han incrementado. Paradójico, la imagen del presidente sube al 82 % pero la sensación de vulnerabilidad e inseguridad es alta, contradictorio pero cierto. La corrida del ministro de defensa es una muestra del debilitamiento de la seguridad en Colombia

La economía mantiene unos niveles de crecimiento proporcionalmente buenos frente a todo lo que está pasando en el mundo. No se nos olvide que nuestro presidente fue ministro de hacienda. En materia de empleo los indicadores no mejoran. la mineria, que es una de las locomotares crece pero sin política ambiental y en materia de hidrocarburos  paenas estamos viendo la mano del gobierno.
El peor problema de este gobierno: la herencia de corrupción que no le permite realizar su agenda.

Los ministros ameritan un artículo aparte. Pero de hecho Colombia va por buena senda.

Es preciso recordar del artículo de Juanita sobre el perfil del doctor Santos algunos apartes que nos hacen comprender mejor su estilo y que rematan esta pequeña radiografía de su gobierno hasta la fecha:

“Santos se cree importante y le gusta que los demás también lo crean. Anda con una docena de escoltas -y los necesita pues es un blanco de las Farc- pero también con un edecán que le carga los papeles. No es cercano a la gente. En su campaña, alguien sugirió una vez que todos le dijeran Juan Manuel para establecer una relación más familiar con el candidato pero la idea no prosperó. Sus colaboradores más cercanos le dicen 'ministro' o 'candidato' o 'doctor Santos. Y sin embargo, la gente que trabaja o ha trabajado con él lo aprecia. Y admira la claridad que tiene sobre lo que toca hacer y su competencia para producir resultados. Lejos de ser un microgerente, Santos sabe delegar y confía y respalda a sus subalternos. Los tecnócratas sienten que él los escucha y luego saca adelante sus proyectos. Y de hecho, varios han renunciado a sus cargos para irse a trabajar a su campaña. El ex director de Planeación Nacional Juan Carlos Echeverry está con él, así como Mauricio Santamaría, ex director adjunto de Fedesarrollo.” El doctor Santos se preparó toda la ida para la dignidad de ser ex presidente.