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sábado, agosto 17, 2013

LA VIOLENCIA EN EGIPTO


Estamos muy lejos de tener un manejo civilizado de los conflictos políticos. En plena apertura del siglo XXI, se suponía que superaríamos los problemas de violencia gracias a la revolución de las TIC, a los procesos de apertura en curso, la globalización y la consolidación de la democracia.  No ha sido así. En los últimos meses, Egipto ha vivido una violencia descarnada, el mundo presenció hace tres días un verdadero baño de sangre, que demuestran cuan alejados estamos de esta situación ideal. Conocer lo que está en juego en este país resulta  de suma importancia para descifrar el tipo de confrontaciones de tipo cultural e ideológico, para no decir que religioso que aun están vigentes.

Algunos aspectos históricos nos ayudaran a entender mejor estos sucesos. La matriz del conflicto en Egipto nació del proceso de occidentalización aperturado por Gamal Abdel Nasser,  hombre fuerte del ejército y después presidente del país, quien impulsó cambios estructurales por encima de los musulmanes que han pretendido implantar un Estado islámico basado en la sharia y el rechazo a la influencia occidental en el país. Luego, bajo la presidencia de Anwar Sadat y después, con Hosni Mubarak, este grupo religioso, vivió a la sombra, aprovechando el descontento popular con este último para promover la figura de Mohamed Morsi, que tras la caída de Mubarak, es elegido presidente. Ellos pretenden ser referente de la vida en Egipto.
Recordemos que los Hermanos Musulmanes son los islamistas con más tradición y los que más trabajo han hecho en los sectores desfavorecidos de Egipto, a través de la asistencia benéfica y trabajos de cooperación en barrios urbanos con menos acceso a infraestructura. Supieron manejar los hilos de la revolución egipcia que estalló a comienzos del 2011, y después de la caída de Hosni Mubarak en febrero del 2011, su representante Mohamed Morsi fue elegido en las primeras elecciones presidenciales democráticas que celebró el país en su historia. Es importante tener en cuenta que Mursi y su entonces contendor Ahmed Shafiq, que representaba el continuismo de Mubarak, eran el representante de dos antiguos fenómenos del escenario político del país: el militarismo y la religión. Cuando ganó Mursi se invirtieron los papeles, y los islamistas que habían estado reprimidos por décadas subieron al poder. Pero esto no cambió demasiado el status quo. Como Kersten lo anticipó, se mantuvieron los dos puntos de gravedad sobre los que se soportó el régimen de Mubarak. El pueblo, después de toda una revolución que pretendía lograr reformas hacia una democracia de tipo occidental, vio en cambio reemplazar el sable por el turbante. Egipto, importante recordarlo, tiene una juventud preparada, con los ojos puestos en lo que pasa en el mundo, actualizada por lo tanto, moderna, que clama por una apertura real al mundo por encima de los dogmas de la fe y espera la consolidación de la democracia en su país. Las redes sociales le han servido de plataforma para defender estas aspiraciones. En contrapeso está el otro país, islámico, tradicional, dogmatico y que piensa en imponer un estado religioso, basado en los principios del Corán.

Hace dos tres días este país conoció uno de los peores hechos violentos: Más de 400 muertos, todos civiles inermes. Recordemos que Durante semanas, decenas de miles de partidarios de Mohamed Morsi, el derrocado presidente y la Sra. Hussein, habían anticipado un ataque militar contra su sit-ins. Construyeron barricadas de sacos de arena, ladrillos y acero. Pusieron guardias en las entradas. Se reunieron palos y piedras. A pesar de sus preparados, sabían que el ataque finalmente vendría. El desalojo se hizo a sangre y fuego. Estados Unidos sabe del papel que juega Egipto en oriente y no puede mirar con indiferencia lo que pasa en esta parte del mundo. Estamos lejos de ver una resolución pacífica del conflicto, pero es de esperarse que las fuerzas en tensión terminen enfrentadas pacíficamente en unas elecciones, esto depende de muchos factores, esperaremos que suceda de esta manera, pero está claro que estamos lejos que en buena parte del mundo está lejos de manejar con algún grado de civilización este tipo de confrontaciones y que además el problema religioso sigue siendo un eje vital en oriente que occidente no puede desconocer.