Nunca antes la brecha
generacional fue tan amplia como hoy. Entre dos generaciones, la diferencia es
abismal, no hay reconocimiento alguno. Es más, la distancia entre personas con
diferencias muy cortas de edad, es como un océano, la conexión entre ellas es nula.
Realmente las enlaza sus derechos y el reconocimiento de la ley, eso que
solemos llamar, la ciudadanía, la cual en medio de la apertura, la
globalización, la revolución de la tecnologías de la información y el
conocimiento, constituye la realidad tangible, cualquier otra es muy irreal, ésta conecta al ciudadano con la sociedad y el estado, es un hecho que está relación estamos lejos de descifrarla en su totalidad, en sus múltiples acepciones, sobre todo desde la
perspectiva del sujeto, de sus afectaciones.
Las generaciones de hoy no
les interesa el pasado y las conexiones con su entorno son muy frágiles, la red a hecho que no estén en ningún lugar y esta realidad logró que el sentido de pertenencia con el entorno, sea débil y sufra de la misma
epidemia. Hoy la historia no existe para ellos, solo existe el ahora. Esto me recuerda las críticas de Nietzsche al
sujeto moderno, recuerdo que eran muy fuertes: “El sujeto moderno, como noúme
no o razón pura, es una idea ficticia transformada por obra de la mente humana
en la máxima realidad de la modernidad. La naturaleza que da, de esa forma,
despreciada y minimizada axiológica y ontológicamente. Su modelo de hombre
será, por el contrario, aquél que diga sí a la naturaleza y a la vida, y acepte
serenamente el amor fati o el destino. Antonio Estévez, en la red, explica este
aspecto del filósofo Alemán: El sujeto se ha convertido, en su empeño por negar
la Naturaleza a la que pertenece, en razón pura, es decir, en una realidad
abstracta o noúme no metafísico que ha perdido y está privada de una firme y
sagrada casa solariega”[1].
La ciudadanía, eso que liga
al sujeto a un estado, que de hecho constituye la vinculación a unos deberes, a
unos derechos, de la cual nace toda su relación con la sociedad y que le
permite desde lo legal, el desarrollo de su individualidad desde una
racionalidad previamente constituida, está lejos de ser comprendida hoy en su
totalidad.
Kant, definió la
Ilustración como la salida del ser humano de la minoría de edad intelectual, el
cual empieza a pensar por sí mismo y asume desde esta revolución, una relación
con el estado y la sociedad, que puede cuestionar desde la razón, pues ya no
existen los poderes absolutos. A los derechos humanos, al reconocimiento de
unos universales, al empoderamiento del estado nación, se le agrega la
revolución tecnológica y el aparecimiento de los movimientos sociales, que
produjeron una ola de reconocimientos de
derechos colectivos de la clase trabajadora a lo largo de todo el siglo
XX, quien no solo reclamó estos, sino que se convirtieron en sujetos políticos
con aspiraciones de poder. Fue una época de batallas totales en pro de la clase
trabajadora, de utopías y de esperanzas.
Con la caída del muro de
Berlín, el fracaso del socialismo en la Europa del este, la consolidación del
neoliberalismo y el capitalismo voraz, y la revolución tecnológica, aparece una
generación, centrada en su individualidad, esta no se conecta para nada con el
colectivo y menos con la historia, solo atiende lo mediático, que corresponde a
leyes muy propias, para nada le interesan los proceso comunitarios, no tiene
sentido de la solidaridad. A esto se le suma perversamente, que nadie agrupa,
no existen colectivos fuertes, los partidos políticos no atraen y solo funge el
sujeto deseante, sometido felizmente e inercialmente a la sociedad de consumo,
realidad que lo avasalla y lo somete, la red juega un papel relevante en este
sentido.
El individuo, está inmerso
en un mundo virtual, que le proporciona una aparente seguridad, que realmente no
existe, esta situación, que el ciudadano padece pero no comprende, cargada de
simulaciones donde la copia es más importante que el original, constituye el afianzamiento
a una prospectiva que le brinda el norte total a su vida, el teléfono es un
adminiculo sobre el cual se desarrollan todas estas imposiciones materiales e ideológicas,
sólo cuando está conectado, supone que existe. Zizet, en un libro de mucha
controversia, denominado el “Desierto de lo real”, lo describe con magistral
lucidez:
“En el mercado actual,
encontramos toda una serie de productos libres de sus propiedades perjudiciales:
café sin cafeína, nata sin grasa, cerveza sin alcohol ... Y la lista es larga:
¿no podríamos considerar el sexo virtual como sexo sin sexo, la teoría de Colin
Powell de la guerra sin bajas (en nuestro bando, por supuesto) como guerra sin
guerra, la redefinición contemporánea de la política como el arte de la
administración experta como política sin política, hasta llegar al
multiculturalismo liberal y tolerante de hoy en día como experiencia del Otro
sin su Otredad (el otro idealizado que baila bailes fascinantes y tiene una
visión ecológica y holística de la realidad, mientras que costumbres como la de
pegar a las mujeres las dejamos a un lado...)? La realidad virtual se limita a
generalizar el procedimiento ofreciendo un producto carente de substancia:
proporciona la misma realidad sin substancia, sin el núcleo duro de lo Real;
exactamente del mismo modo en el que el café descafeinado huele y sabe a café
sin ser café de verdad, la realidad virtual se experimenta como realidad sin
serlo”.
La racionalidad que soporta
la relación del individuo con el estado y la sociedad, que ha sido seriamente
estudiada: Weber, Adorno, Habermas, Sartori, Rawls, entre otros, requiere ser
explicitada con más profundidad, atendiendo a realidades que hoy son
contundentes, como la administración de las decisiones y el destino desde la
red. Textos como “Facticidad y validez”, de Habermas, adquieren mucha vigencia,
pues pueden ser un manera de volver a estudiar la ciudadanía moderna. Es
necesario realizar la mirada sociológica y el desciframiento de la psicología
del sujeto del siglo XXI, que no es fácil. El derecho constitucional y la
jurisprudencia la definen con absoluta claridad, pero es en la psicología del
sujeto donde debemos indagar con insistencia. Que piensa una persona en la era
digital, cuales son los criterios que configuran en la relación con el estado,
la sociedad y el estado, para no hablar de la nación como concepto sociológico,
en una estructura social dominada por el mercado, donde es imposible saber quién nos habla.
Zizet remata su afirmación
con este ejemplo: “Para la gran mayoría del público, las explosiones del World
Trade Center fueron acontecimientos televisivos, y es que, mientras mirábamos
las tan repetidas imágenes de la gente aterrorizada corriendo hacia la cámara
ante una nube inmensa de polvo procedente de la torre que se derrumbaba, acaso
no recordaba el encuadre de la toma las escenas de catástrofes de las
películas?, :no parecía un efecto especial que dejaba anticuados a todos los
demás, ya que, como sabía jeremy Bentham, la realidad es la mejor apariencia de
sí misma?. La pregunta es en qué estamos.
[1] El
sujeto moderno y naturaleza en Nietzsche. Antonio Pérez Estévez. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=27903404
[1] El
sujeto moderno y naturaleza en Nietzsche. Antonio Pérez Estévez. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=27903404