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jueves, diciembre 22, 2016

QUE NOS DEJO ESTE AÑO Y ALGUNAS LECTURAS


Joanat Bonet una filóloga y periodista española, tiene un excelente blog que aparece en el portal de “Bomerang literario” del periódico ““El país” de España, el cual suelo leer habitualmente, realizó una descripción del año que termina, la cual traigo a colación por sabía y elegante: “La palabra del 2016 según el Diccionario Oxford, post-truth (posverdad), ha sido profusamente utilizada para entender el nuevo mundo que desafina –el Brexit, Trump y el auge del populismo de extrema derecha–. Aseguraba The Economist que el presidente electo es el principal exponente de la política de la posverdad, que se basa en frases que “se sienten verdaderas, pero que no tienen ninguna base real”. Me resulta imposible afirmar que lo factual es menos influyente que lo emocional. Pero no cabe duda de que vivimos instalados en la era del fake: importa más la apariencia que la autenticidad. Y por otro lado, parece que la verdad no interesa a esos votantes que, sacudidos por un vendaval nostálgico, alimentan pasiones temerarias: reivindican un pasado que no han conocido y utopías ya disipadas: la de un mundo lavado en seco, que no se arruga ni encoge”[1]. Solíamos  hace pocos años tomar algunas verdades expresadas con mucho acierto por Debord, para describir el desasosiego que nos producía la sociedad de consumo que se tomaba el mundo a pasos agigantados “En la sociedad del espectáculo” que describe todo lo que pasó este año: “"Y sin duda nuestro tiempo... prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser... lo que es 'sagrado' para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado”[2]. En Colombia el proceso e acuerdo con la FARC nos ha mostrado la disfuncionalidad del sistema, de nuestros políticos, nos ha dejado ver una democracia débil, corrupta y plagada de intereses particulares perversos, camuflados con una demagogia barata y mentirosa. Como dice la autora en su escrito, nos ha tomado cierto abatimiento frente a hechos que nos parecen inexplicables a la luz de lo razonable. En todo caso estos días no dejan de obligarnos a reflexionar y tomar algunas lecturas como refrescos para el alma.
Tomé un libro que desde hace dos  o tres años reposaba en mi biblioteca pese a que Juan Gustavo  Cobo Borda es uno de mis críticos y poetas preferidos, su labor encomiable y lúcida en pro de la lectura y la literatura es ardua, lleva muchos años en esta tarea, sus textos son un verdadero bálsamo. Quiero hablar de: “Cruce de lecturas” publicado por el fondo editorial de EAFIT, la universidad de Medellín. La primera parte es un cumulo de pequeños ensayos, lucidos, bien hilvanados, con una prosa impecable, sobre nuestro idioma, el español de los americanos, las culturas hibridas configuradas en un multiculturalismo poco comprendido y menos estudiado aún.  La denomina “Cultura, identidad y raíces”, las trasformaciones del español en medio de una emigración hacía los países del norte incontenible, el spanglish, como fenómeno lingüístico sin parangón, cuyo sustrato sociológico es muy particular y que no dejade ser un tema importante y recurrente. Después hay varios textos sobre poesía hispanoamericana, harto estudiada por este autor, ha caminado por su geografía desde hace muchos años: Gonzalo Rojas, Claudio Rodríguez, Joao Cabral De Melo Nieto, José Hierro, Angel Gonzales, Alvaro Mutis, José Angel Valente, Mario Benedeti, Pere Gimferrer y el cual remata con un texto que llama “Recuerdo del boom de la novela latinoamericana”. Después hay un ensayo que debería ser leído con mucha atención:  “ La década en la cultura Colombiana, Dos revistas”. Escribe también sobre algunos poetas Colombianos de su preferencia: Rafael Pombo, Meira Del Mar, Mario Rivero, Mutis de Vuelta, Eugenio Montejo, sobre pintores y críticos, desde nuestro Botero hasta un texto sobre Marta Traba. Este libro que es una excelente recopilación de muchos de sus artículos y ensayos, del cual sólo les hable de la primera parte, sería una lectura fresca para estos días. 

Fernando Cruz Kronfli, uno de los más importantes escritores y críticos de la literatura Colombiana, muy poco leído por infortunio, dedicado a la academia, por fuera de los círculos cerrados de nuestra mojigata y encerrona elite cultural capitalina, afortunadamente tiene lectores de culto y la academia en toda Latinoamérica es estudiosa de su obra. “Falleba” es una novela fascinante, donde las formas, una prosa exquisita, respetuosa, de un clasicismo que decanta en la medida que hacemos una lectura juiciosa y reflexiva: “ Y logró llegar hasta el filo de la última alcoba del patio, atravesando la neblina que cuajaba como vaho seco alrededor de las paredes, para quedarse de esta manera plantado ante el desastre del tiempo, perdió sin necesidad de más tramite, toda la cordura de su visión”. Como expresa su reseña: Los asuntos de Falleba son múltiples: La muerte, la crisis del sujeto que estalla en fragmentos, el derrumbe de la pareja en la batalla del desamor, la pasión realizada pero imposible, el cuerpo y sus servidumbres”, que buen texto.
El otro, más duro de mascar, pero igualmente encantador, es “Los orígenes del orden político” de Francis Fukuyama”, este es un recorrido desde los primates hasta la revolución francesa de la conformación de las instituciones políticas con todo el sustrato de sus batallas ideológicas y sus contravenciones con el poder instaurado a lo largo de los tiempos. Que buen texto.












[1] http://www.elboomeran.com/blog/922/blog-de-joana-bonet/
(A) Aquí el primer texto:
http://www.cepi.us/posgrado/recursos/archivos/ebooks/JGCobo.PDF
[2] FEUERBACH, prefacio a la segunda edición de La esencia del Cristianismo”.

domingo, diciembre 18, 2016

ALDEA GLOBAL Y SUBJETIVIDAD

Cada vez sentimos más desasosiego por lo ínfimo que somos frente al cumulo de poderes que nos avasallan, que deciden todo y que nadie puede identificar a cabalidad. Nunca terminamos de saber quien decide sobre lo fundamental de nuestras vidas. Sí miramos el tema económico, la vida está sometida a variables que nunca entendemos ni sabemos de dónde vienen y las cuales nos imponen implacablemente deberes, de pronto se nos aparecen nuevas servidumbres que nos atan y de las que es muy difícil escapar, nadie por ejemplo podría vivir sin internet, sin cable en el mundo comercial de hoy. Así pasa con la mayoría de cosas. Nacemos con diez mil compromisos que es imposible eludir. El solo estudio constituye una obligación ineludible, de entrada tenemos 20 años de academia por delante cuando nacemos, para poder ser alguien como dicen las mamas, de no ser así, no seremos competitivos, no serviremos para algo y no podremos entrar al mundo comercial con alguna opción de sobrevivir al mismo. Todo nos viene de afuera, tal vez así ha sido antes, pero ahora constituye un camino ineludible, sino valemos cero, no decidimos nada, se nos dan opciones, pero la ruta está marcada de antemano.
Lo global, con el infinito de articulaciones, de entravamientos, configurados desde los poderes, que no identificamos sino a través de sus efectos, de pronto nos va imponiendo modas, requisitos, pensamientos, no solo en el marco de jerarquías premeditadas sino de sanciones sociales,  pautas dentro del voraz capitalismo, cada vez más inhumano. “La configuración de nuevas articulaciones sociales, una nueva relación entre el estado y la sociedad civil, el surgimiento de actores políticos diversos, nuevas formas organizativas y de poder económico-político, mercados regionales y movimientos sociales de nuevo tipo y una profunda crisis de representatividad, son algunas de las dimensiones que dan cuerpo a este escenario y nos habla de la profundidad de las transformaciones emergentes sugiriendo la idea de que el proyecto de la modernidad pareciera explotar”[1]. No sólo, las relaciones de poder entre el sujeto y poder atienden a un genealogía que sigue siendo impuesta por el sistema económico, la trama de los intereses: “Es decir, el Estado moderno atribuye al hombre los derechos solo en la medida en que el hombre mismo es el fundamento que se desvanece inmediatamente (y que incluso no debe nunca salir a luz) en la figura del ciudadano. Ese ciudadano tiene obligaciones con la ley (el estado) y solo después, tiene derechos”. Dentro de la virtualidad que administra los imaginarios y crea las pautas de reconocimiento y ascenso, el capitalismo se sirve del infinito de sus articulaciones para extender el cumulo de valores, de lo que es viable y reconocible, de nuevas servidumbres, que siempre se traduce en que unos pocos ganan mucho y casi todos muy poco, apenas para cumplir con las obligaciones que el sistema impone. Ahora, en estas circunstancias, es imposible salir de la red, vivir de otro modo, pensar diferente, no existe alternativa, todo es permitido en la aldea global, pero nadie puede salirse de ella, no existiría, entraría en un agujero negro.
Este final de año he pensado en estas divergencias con el sistema en una especie de divertimento, pues imposible escapar del sistema. La literatura, que es una manera de ser Dios, de crear, para mí se ha convertido en una verdadera opción. He sido un lector impenitente y ahora quiero ser un escritor de tiempo completo, no solo por el hecho de apasionarme, uno debe vivir de lo que le apasiona, sino también como una manera de rebelarme. Este es el propósito de mis próximos años.
                                  



[1] Susana Melcaza.  
https://periodicos.ufsc.br/index.php/katalysis/article/viewFile/7120/6621

miércoles, diciembre 14, 2016

EXPECTATIVAS POLÍTICAS Y ELECTORALES DE COLOMBIA

El proceso de negociación de la Habana de manera curiosa acentuó los radicalismos  en Colombia, los actores políticos, tanto del partido de gobierno con su variopinta coalición, como la oposición centrada en los partidos “Centro Democrático” y “El polo”, hasta la fecha no han sido capaces de remover el ausentismo anquilosado del electorado Colombiano, está en un 70 %, la mayoría de los ciudadanos capaces de sufragar decidieron no participar, darle la espalda a cualquier proceso político, cansados de la corrupción y de lo mismo, ni siquiera el plebiscito que significaba el principio de una salida al conflicto los conmovió, lo que habla mucho de la grave situación en materia política de nuestro país.
El año que viene será de campaña total, no solo arranca la renovación del congreso con toda su parafernalia, sino saldrán a la palestra los candidatos presidenciales. La situación política del país es muy compleja. Habrá tres candidatos muy fuertes: El de la coalición de Gobierno, el del Centro Democrático y uno que denominaré de tercera vía. Ninguno de estos tres está claro y de hecho su  suerte depende no sólo de las alianzas, que medirán el peso de las fuerzas y la capacidad de los lideres en lo que tiene que ver con su aceptación masiva, sino del mismo proceso de paz, como se vaya desenvolviendo, lo que generará nuevas expectativas, no siempre electorales. A esto se suma la situación de facto de un país seriamente radicalizado, con vastas zonas en una situación difícil, nueva por demás, la FARC se medirá electoralmente y de hecho es previsible que se le provoque buscando hacerlo caer en actos de violencia, los actores radicales que no aceptan esta nueva realidad están al acecho.
El partido Liberal, una parte del partido conservador y ciertas fuerzas independientes están más cerca de elegir a Humberto De La Calle, que al Doctor Germán Vargas Lleras, quien pese a su fuerza electoral y peso en el actual gobierno, después del plebiscito ha perdido liderazgo a nivel nacional, lo que no le resta importancia, pues su capacidad electoral está descontada, de hecho su partido, cambio radical, mantiene una organización electoralmente vigente, esto quiere decir con muchos votos. La ortodoxia del partido conservador que escogió candidato hace mucho tiempo, el doctor Ordoñez, parece no verlo hoy tan fuerte, como cuando fungía como procurador de la nación, parece que sin cargo ya no es el mismo, aún así, no está descartada su candidatura. Sergio Fajardo y Jorge Robledo, son dos candidatos con muchas posibilidades, depende de la capacidad que tengan para convertirse en una tercera vía, aquella que puede canalizar el descontento inmenso de este país. Muchas variables son las que deberían tenerse en cuenta para que les brille el sol a estos señores con más liderazgo que partido.
El mundo ha demostrado las sorpresas en que se mueve la opinión en los últimos tiempos a la hora de votar. Nada está garantizado y las campañas dependen de variables muy poco medibles, difíciles de cuantificar y  definir; las redes sociales, las campañas negras, lo perverso del mismo sistema y la falta de educación política son factores que inciden en las elecciones y nadie garantiza un control sobre estas variables. La atomización de los partidos en pequeñas maquinarias electorales, convierte cualquier elección en un mercado persa de alianzas y favores. Hay posiciones que no se pueden esquivar y los candidatos presidenciales tendrán que exponerlas sin sesgos. Cada candidato deberá sentar una posición clara frente a la actual negociación con la FARC y con la que se vendrá con el ELN. A esto se le suma el reto que será el manejo de  las relaciones con el próximo gobierno norteamericano en cabeza del imprevisible Trump, la situación delicada con la frontera Venezolana y el proceso de apertura comercial, para sólo citar algunos de los más importantes.
Quiero enfatizar en el proceso electoral, está para alquilar balcón, cada región se cocinarán una infinidad de alianzas que matizarán todas las relaciones políticas en adelante, incluyendo el proceso de paz. Como siempre viviremos en medio de una delicada situación frente a los actores radicales y los factores de violencia que no dejan de mostrar su lado más grave, cualquier hecho fatal puede incidir en el orden público.




jueves, diciembre 08, 2016

DOS LIBROS DEL PERIODISMO QUE NOS AYUDARAN A ENTENDER A COLOMBIA



La situación de Colombia es muy compleja, nuestro país vive una incertidumbre política y social difícil de entender, más sí no se tiene todos los elementos de juicio necesarios para descifrarla, pues son muchos los factores históricos y de facto que inciden sobre la misma. Hoy esperamos que la corte Constitucional se pronuncia el 12 de diciembre sobre la constitucionalidad  de la refrendación realizada por el congreso del nuevo acuerdo firmado entre la FARC y el gobierno, que es el comienzo de una paz con este grupo después de 52 años de conflicto armado, esto permitirá darle salida al 'Fast track', un procedimiento legislativo ágil que permitiría la aprobación de leyes necesarias para la implementación de la bitácora de leyes nacidas del acuerdo, establecida por las partes. Este nuevo acuerdo tomó buena parte de las sugerencias hechas por la mesa de concertación entre quienes fungen como representantes del NO y el gobierno. Llegamos a este punto después de un periplo muy largo, que tomó más de cuatro años. Comenzó con los acercamientos realizados por el presidente, al final buscaban una salida negociada del conflicto armado, después de idas y vueltas, comenzó al fin el proceso de negociación en la Habana con la FARC, proceso que terminó en un acuerdo contenido en un documento de 270 páginas, el cual fue puesto a consideración del país. Para ello el presidente convocó a un plebiscito para su refrendación popular, el cual tuvo un resultado imprevisible, fue adverso  insólitamente, ganaron los del NO, pese al escaso margen, obligó al gobierno y a  la mesa de negociadores a incorporarle las propuestas sugeridas y lideradas por los  representantes que se abrogaron dicha representación.  Este galimatías se ha vivido en medio de la oposición recalcitrante del Centro Democrático y la ceguera de la clase política tradicional del país, inferior a las circunstancias históricas, cargada de radicalismos irreconciliables, leguleya y Santanderista al extremo, pendiente del inciso, como sí viviéramos en un país normal, siempre aduciendo razones en la mayoría de las veces mentirosas. Mientras tanto 8500 guerrilleros que desean entregar las armas, quienes   esperan incorporarse a la nación, no saben qué hacer, cosa que nadie entiende en el mundo.
Acaban de publicar dos libros que nos ayudan a entender a este país: “Recordar es morir” de Daniel Coronel y “El país que se hizo posible” de Julio Sánchez Cristo. El primero sorprende por lo descarnado, muestra la corrupción de este país la cual no tiene parangón, denuncia la sevicia de un gobierno contra el periodismo, la persecución implacable a que se sometió al periodista Daniel Coronel,  narrada columna por columna, están las denuncias hechas contra el doctor Álvaro Uribe que muestran la infinidad de actos ilegales de su gobierno, tendientes no sólo a perpetuarse en el poder, a favorecer a sus amigos, denuncias perfectamente documentadas que nos dejan estupefactos, pues no se puede entender cómo este personaje tiene tanta capacidad para mantenerse vigente, como sí fuera la madre Teresa de Calcuta, pese a denuncias como esta. El país continua girando en torno a sus caprichos, sus ansias de poder son irrefrenables, siempre funge como si fuera el salvador de Colombía, mantiene una influencia y  favorabilidad inentendedible, pese al daño que le sigue haciendo a la institucionalidad.

El otro libro, el de Sánchez Cristo, es una radiografía del plan Colombia en los 15 años de su implementación,  a través de muchas entrevistas, que nos dan una claridad impresionante sobre lo que significó este plan y en cierta forma la infinidad de hechos y sucesos alrededor del conflicto armado desde la óptica de los entrevistados. Es un diagnostico esclarecedor y que nos genera muchas sorpresas, pues no brinda datos desconocidos y análisis importantes.  Comienza con la entrevista de Bill Clinton, Andrés Pastrana, general José Serrano Cadena, General Fernando Tapias Stahelin, Barry MacCafrey, German Castro Caycedo, Enrique Santos Calderon, Juan Manuel Santos, Martha Lucia Ramirez, George Bush, Antonio Caballero, Barack Obama entre otros.











domingo, diciembre 04, 2016

TODOS LOS FEMINISMOS DEL FEMINISMO

Siempre he pretendido en este blog divulgar artículos y reseñas que por su importancia ameriten ser replicadas. Esta radiografía del feminismo me parece de la absoluta importancia, ha sido publicada por el periódico “El país” de España.

ANDREA VALDEZ

Entre el oportunismo editorial y las aportaciones de relieve, una avalancha de títulos afronta desde diversos ángulos el debate sobre un movimiento en plena reinvención.

1. NUEVOS LECTORES, VIEJAS HERIDAS
Si el mundo se ordenara con el mismo criterio con el que se ordenan las revistas en los aeropuertos, obtendríamos una visión hipersexualizada que aún asigna a la mujer los temas de belleza y decoración y le dedica al hombre su rincón de deporte y finanzas. A saber cómo impactaría al tráfico aéreo si entre la selección de best sellers colocasen varias pilas de Vernon Subutex 1, la última novela de Virginie Despentes. Ya en la primera página de su ensayo, Teoría King Kong (Melusina, 2007), enumeraba a sus potenciales lectoras, describiendo un paisaje recóndito y variable. Aquel discurso fue calando mucho antes de que varias actrices hicieran pública su demanda de sueldo equitativo (Robin Wright, Jennifer Lawrence), cuando el feminismo solo era noticia en relación con la violencia de género y no por lo que soltara Beyoncé en directo ni la youtuber Isabel Calderón Pérez-Barba en una de sus reviews fuertecitas.

No fue hasta que las Femen irrumpieron en la esfera pública y protestaron con su cuerpo que el asunto despertó nuevas atenciones. Un par de años después, el encarcelamiento del grupo punk-feminista Pussy Riot movilizó a la opinión pública contra el régimen de Putin y fue ampliamente difundido, aunque no tanto como la condena que le cayó al responsable de una de las mayores filtraciones de la historia. Bradley Manning, el enemigo número uno de EE UU. Fue noticia dos veces y en la segunda apareció con peluca: “Soy una mujer y me llamo Chelsea”. Mientras tanto, en televisión las disputas de género dejaban de ser un tema secundario y la prensa se hacía eco del impacto de series como Transparent y Orange Is the New Black. En este drama carcelario escrito en clave feminista, los cuerpos son atravesados por otras circunstancias como la raza o la identidad sexual, lo que nunca sucedió en Girls. En este caso, Lena Dunham exhibía sus pechos respingones y culo de señora en respuesta, es presumible, a un determinado canon de belleza. De hecho, su primera novela, No ese tipo de chica (Espasa/Columna), no es tanto una obra feminista como una proyección irreverente de la feminidad.

En esta misma clave podrían leerse Cómo ser mujer y Cómo se hace una chica (Anagrama), de Caitlin Moran, y títulos más recientes como Mala feminista, de Roxane Gay (Capitán Swing); Solterona (Malpaso), de Kate Bolick; Madres arrepentidas (Reservoir Books), de Orna Donath, o The Time of my Life (Blackie Books), de Hadley Freeman. Estos libros celebran la imperfección de la mujer y revisan algunos de sus mitos con la misma ironía con la que piden platos las clientas de un restaurante en el último anuncio de Pavofrío, lo que confirma, una vez más, que ya existe un feminismo para todos los públicos.
Mención aparte merece Los hombres me explican cosas (Capitán Swing), de Rebecca Solnit. Se trata de una compilación de artículos periodísticos, escritos por una activista que comenta las noticias del diario y comparte reflexiones y anécdotas. Solnit se queja de que ciertos hombres se arrojen saberes hasta extremos ridículos, mientras nosotras tendemos a ser más pudorosas o a opinar en privado. Llama la atención que la autora considere su libro un ensayo, cuando el tono y la eliminación de las notas al pie de página nos sitúan ante una mujer que nos explica cosas. ¿Será una provocación?
El feminismo suele estar ubicado junto a los estudios de género, como corriente que ha tenido su evolución

2. UNA SECCIÓN PROPIA

En el muy notable El patriarcado del osito Teddy, la pensadora Donna Haraway, de quien Sans Soleil acaba de publicar otro gran libro (El manifiesto de las especies en compañía), reconstruye cómo se fraguó el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York. Para ella, las escenas exhibidas gracias a la taxidermia y la fotografía ilustran un trozo de África, pero, sobre todo, el ansia de permanencia del hombre blanco, cuya supremacía y virilidad empezaban a verse amenazadas por la inmigración y el impacto de los discursos feministas. En este caso, el display esconde un segundo relato. Análogamente, como comenta Paul B. Preciado (El manifiesto contrasexual, Testo Yonqui), “toda biblioteca es una taxonomía posible del mundo. No hay lugares naturales para los libros. Respecto al feminismo, se abre paso en las bibliotecas y librerías a partir de los años setenta, que es cuando varias autoras politizan el acceso a la escritura y la lectura y, por tanto, reivindican su lugar en las estanterías”.

Hoy, el feminismo suele estar ubicado junto a los estudios de género, como una corriente crítica que ha tenido su propia evolución. Entre las pioneras estarían Mary Wollstonecraft y el movimiento sufragista. A mediados del siglo XX, Simone de Beauvoir hizo una contribución muy importante con El segundo sexo, que anticipó los debates de los setenta. Fue esta la década en la que el feminismo se separó en dos corrientes: la de la igualdad centró su crítica en el patriarcado por entender que la mujer era una identidad subsidiaria del hombre, de ahí la necesidad de abolir ambos géneros. La de la diferencia, en cambio, reconocía en ella unas cualidades propias y dignas de celebrarse. A este contexto pertenece Mi vida en la carretera (Alpha Decay), de Gloria Steinem. En los ochenta, figuras como Angela Davis o Gloria Anzaldúa (Capitán Swing) cuestionaron que la mujer fuera un único sujeto político; que su identidad también dependía de la clase social, la raza o la religión. Esta crítica tiene momentos memorables en Borderlands/La Frontera, de Anzaldúa.
Otra apertura muy productiva surgió en los noventa, con la teoría queer, que inauguró todo un campo de análisis, incorporando otras identidades y usos del cuerpo: de la butch (camionera) a los transgénero. En este aspecto, hay que celebrar la reciente traducción de Mother Camp. Un estudio de los transformistas femeninos en los Estados Unidos, de Esther Newton, en el que se inspiró Judith Butler. De esta se acaba de publicar el muy recomendable Los sentidos del sujeto (Herder).
Dicho esto, parece que en los países hispanohablantes, el feminismo y los estudios de género no han acabado de consolidarse. En varios casos, esta sección sigue ocupando los estantes superiores, o su selección se ve desdibujada por la falta de espacio. En la actualidad, las novedades citadas conviven con un ensayo sobre lo poshumano de la filósofa Rosi Braidotti (Gedisa), una biografía de la activista verde Petra Kelly (Clave Intelectual), una antología ilustrada (Wonderwomen: 35 retratos de mujeres fascinantes, Sd Edicions) y hasta un libro de manualidades “empoderantes” (El libro de actividades feministas, Ediciones B). Cuando le pregunto a Silvia Federici por la ubicación de su extraordinario ensayo, Caliban y la bruja (Traficantes de Sueños), me contesta: “Me alegro de que se presente en España en la sección de estudios feministas, pero también debería verse en la sección de historia. Esto no es ‘una’ historia de las mujeres. Es una relectura de la historia del capitalismo desde el punto de vista de la reproducción de la fuerza de trabajo. Y una crítica de los procesos que, según Marx, condujeron al desarrollo de este sistema, por eso, también debería pertenecer a los estudios marxistas”.
“Necesitamos estanterías como el transfeminismo que desacralicen el resto de jerarquías”

Su caso no es único. Otros podrían preguntarse por qué pensadoras como Simone Weil, Hannah Arendt o Virginia Woolf rara vez aparecen ubicadas en esta sección. Además de ser una disciplina especializada, el feminismo es una aproximación crítica que atraviesa varias secciones (de la teoría literaria al cine), pero también una moda a la que dan cancha cada vez más editoriales. En las secciones de muchas librerías convergen estos tres criterios, lo que dificulta su valoración y acceso. María Llopis, autora de Posporno y Maternidades subversivas, es sensible al problema: “Creo que la perspectiva lúdica del movimiento queer sería la más apropiada. Juguemos a clasificar los libros, pero manteniendo siempre en mente que no hay catalogación buena. Porque el ser humano es diverso, la diversidad nos enriquece, y las librerías reflejan esa riqueza”. Paul B. Preciado lo lleva más lejos: “Soy partidario de una librería que actualiza sus estanterías constantemente, con nuevas categorías que abren nuevos espacios de acción y conocimiento. Hoy necesitamos estanterías urgentes como el transfeminismo, la descolonización y el animalismo, que vengan a desacralizar al resto de jerarquías. Si hay un espacio de conocimiento, que haya una estantería”. Y añade: “El feminismo es también literatura y filosofía, no es un pensamiento menor, sino quizá una de las teorías críticas más importantes de los últimos dos siglos”.

Cabría preguntarse cuánta de esta importancia queda reflejada en los espacios de mayor acceso y en los grandes medios, donde el feminismo no es una política editorial sino lo que asumimos aisladamente unas cuantas firmas, ya sea como una vieja batalla o una tendencia que inventa su léxico al calor de los acontecimientos, aun a riesgo de caer en incongruencias. Al final, todo tiene un precio.

miércoles, noviembre 30, 2016

ADIOS CHAPECOENSES


Lo que iba a ser una fiesta terminó en la peor tragedia deportiva de este año. Los miembros de un equipo joven del sur de Brasil, lleno de esperanzas, representantes fieles de la competitividad deportiva,  llegaban a la final de la copa Sudamericana contra todos los pronósticos, por esos avatares del destino terminaron en un hecho lleno de dolor, inexplicable por lo intempestivo, que demuestra hasta la saciedad como el destino en ocasiones nos juega malas pasadas y al final confirma que  la vida siempre es lo más importante.  El vuelo, que debió llegar a eso de las once de la noche hace dos días al aeropuerto de Rionegro para el juego de la final que era este jueves, por razones que aún son materia de investigación, a tan solo tres millas de la pista, terminó cayendo en las montañas del municipio de la Unión Antioquía, dejando 71 muertos. Hoy se le rinde un homenaje apoteósico en el estadio de Medellín a todos los jugadores del equipo, a la tripulación, los periodistas que venían en este avión. Estos dos últimos días la solidaridad de Medellín ha sido inmensa, constante, llena de humanidad, ha estado a la altura de los acontecimientos, brindando un abrazo a los familiares de las víctimas, al pueblo en general de Chape, sus habitantes ante lo inexplicable, solo esperan brindar un Adiós con profundo sentimiento, compungidos, sorprendidos frente a lo irreparable, lo hacen con todo el corazón y alimentando la memoria con las cosas buenas que dejaron los jugadores, todos sabemos que fue un plantele lleno de juventud, pletórico de gloria, se nos fue de súbito. Solo nos queda recordarlos, ayudar a quienes les sobrevivieron a seguir adelante y expresarles que el mejor homenaje es seguir luchando, continuar con el club pese a todo, no dejar de lado el pundonor deportivo que los hizo grandes.
Me sorprendió de muevo Medellín por ese sentimiento de solidaridad que despiertan en sus gentes hechos como este. Esta ciudad, muchas veces trágica, contradictoria, demuestra una vez más la capacidad para sobreponerse a hechos dolorosos. 







domingo, noviembre 27, 2016

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ RECUERDA A SU AMIGO FIDEL CASTRO


Este es el prólogo publicado por el escritor colombiano en 1988 para el libro-reportaje del periodista italiano Gianni Mina sobre Fidel Castro. Publicado en exclusiva en Colombia hace 20 años por El Espectador.

Refiriéndose a un visitante extranjero al que había acompañado durante una semana en una gira por el interior de Cuba, Fidel Castro dijo: ‘Cómo hablará ese hombre, que habla más que yo’. Basta conocer un poco a Fidel Castro para saber que era una exageración suya, y de las más grandes, pues no es posible concebir a alguien más adicto que él al hábito de la conversación. Su devoción por la palabra es casi mágica. Al principio de la Revolución, apenas una semana después de su entrada triunfal en La Habana, habló sin tregua por la televisión durante siete horas. Debe ser un récord mundial. En las primeras horas, los habaneros no familiarizados con el poder hipnótico de aquella voz, se sentaron a escucharla al modo tradicional, pero a medida que pasaba el tiempo volvían a la rutina con un oído en sus asuntos y otro en el discurso. Yo había llegado el día anterior con un grupo de periodistas de Caracas, y empezamos a escucharlos en el cuatro del hotel. Luego seguimos oyéndolo sin pausas en el ascensor, en el taxi que nos llevó a los barrios del comercio, en las terrazas floridas de los cafés, en las cantinas glaciales, y hasta en las ráfagas de las radios a todo volumen que salían por las ventanas abiertas mientras caminábamos por la calle. En toda la noche, todos habíamos cumplido con nuestra jornada sin haber perdido una palabra.
Dos cosas llamaron la atención de quienes oíamos a Fidel Castro por primera vez. Una era su terrible poder de seducción. La otra era la fragilidad de su voz. Una voz afónica que a veces parecía sin aliento. Un médico que lo escuchaba hizo una disertación tremendista sobre la naturaleza de esos quebrantos, y concluyó que aun sin discursos amazónicos como el de aquel día, Fidel Castro estaba condenado a quedarse sin voz antes de cinco años. Poco después, en agosto de 1962, el pronóstico pareció dar su primera señal de alarma, cuando se quedó mudo después de anunciar en un discurso la nacionalización de las empresas norteamericanas. Pero fue un percance transitorio que no se repitió. Han transcurrido 26 años desde entonces, Fidel Castro acaba de cumplir sesenta y uno, y su voz parece todavía tan incierta como siempre, pero continúa siendo su instrumento más útil e irresistible para el muy delicado oficio de la palabra hablada.
Tres horas son para él un buen promedio de una conversación ordinaria. Y de tres en tres horas, los días se le pasan como soplos. Como no es un gobernante académico atrincherado en sus oficinas, sino que va a buscar los problemas donde estén, a cualquier hora se ve su automóvil sigiloso, sin estruendos de motocicletas, deslizándose a altas horas de la madrugada por las avenidas desiertas de La Habana, o en una carretera apartada. De todo esto ha surgido la leyenda de que es un solitario sin rumbo, un insomne desordenado e informal, que puede hacer una visita a cualquier hora y desvela r a sus visitados hasta el amanecer.
Algo de eso era cierto al principio de la revolución, cuando aún arrastraba los hábitos de la Sierra Maestra. No solo por la extensión de sus discursos, sino porque no tenía un domicilio cierto, ni tuvo una oficina durante más de quince años, ni tenía horas fijas para nada. La sede de gobierno estaba donde estuviera él, y el poder mismo estaba sometido a los azares de su errancia. Antes pasaba de largo por noches y días enteros, y dormía a retazos, donde lo derribaba el cansancio. Ahora trata de permitirse un mínimo de seis horas de buen sueño, aunque ni él mismo sabe a qué hora empezará a dormir cada día. Según vayan las cosas, lo mismo puede ser a las diez de la noche que a las siete de la mañana del día siguiente. Dedica varias horas a los asuntos de rutina en su oficina de la presidencia del Consejo de Estado, done hay un escritorio en buen orden, muebles confortables de cuero sin curtir, y un estante de libros que reflejan muy bien la amplitud de sus gustos: desde tratados de hidroponía hasta novelas de amor. De media caja de puros que se fumaba en un día pasó a la abstinencia absoluta, sólo por tener autoridad moral para combatir el tabaquismo, en un país donde Cristóbal Colón descubrió el tabaco, y que deriva de él buena parte de sus recursos.
Su facilidad inclemente para aumentar de peso lo ha obligado a imponerse una dieta perpetua. Sacrificio inmenso, pues su apetito es de los grandes, y es un cazador insaciable de recetas de cocina, que le gusta preparar con una especie de fervor científico. Un domingo sin frenos, después de un almuerzo en forma, se tomó dieciocho bolas de helado. Pero en la vida corriente apenas si prueba un filete de pescado con vegetales hervidos, y más bien cuando lo vence el hambre que en un horario de rutina. Se mantiene en excelentes condiciones físicas con varias horas de gimnasia diaria y de natación frecuente, se restringe a una copita de whisky puro en sorbos casi invisibles, y ha logrado sobreponerse a su debilidad por los espaguetis que le enseñó a preparar el primer Nuncio Apostólico de la Revolución, monseñor Cesare Sacchi.
Sus cóleras homéricas pero momentáneas son ahora fábulas del pasado, y ha aprendido a disolver sus humores oscuros en una paciencia invisible. Total: una disciplina férrea. Pero de todos modos insuficiente, porque la escasez de tiempo le sigue imponiendo un horario insólito. Y la fuerza de su imaginación lo arrastra a lo imprevisto. Con él uno sabe dónde empieza, pero nunca sabe dónde termina. No es raro que cualquier noche se encuentre uno volando en un avión con rumbo secreto, apadrinando una boda, cazando langostas en altamar, o probando los primeros quesos franceses hechos en Camaguey.
Hace mucho tiempo dijo: ‘Tan importante como aprender a trabajar es aprender a descansar’. Pero sus métodos de descanso parecen demasiado originales, y algunos no excluyen la conversación. Una vez se despidió de una intensa sesión de trabajo casi a la media-noche, con signos visibles de agotamiento, y regresó en la madrugada restablecido por completo después de nadar dos horas.
Las fiestas privadas son contrarias a su carácter, pues es uno de los raros cubanos que no cantan ni bailan, y las muy pocas a que asiste cambian de naturaleza cuando él llega. Tal vez él no lo sepa. Tal vez no es consciente del poder con que se impone su presencia, que parece ocupar de inmediato todo el ámbito, a pesar de que no es tan alto ni tan corpulento como parece a primera vista. He visto a los más aplomados perder el dominio frente a él, extremando la compostura o exagerando el desenfado, sin imaginarse siquiera que él está tan intimidado como ellos, y tiene que hacer un esfuerzo inicial para que no lo noten. Siempre he creído que el plural de que se sirve a menudo para hablar de sus propios actos no es tan mayestático como parece, sino una licencia poética para encubrir su timidez.
El hecho es que los bailes se imterrumpen, se suspende la música, se aplaza la cena, y la concurrencia se concentra en torno suyo para incorporarse a la conversación que entabla de inmediato. Así puede estar hasta cualquier hora, de pie, sin beber ni comer. A veces, antes de irse a dormir, toca muy tarde en la casa de un amigo con el cual tiene confianza para entrar sin anunciarse, y advierte que sólo va por cinco minutos. Lo dice con tanta sinceridad que ni siquiera se sienta pero poco a poco se va reanimando de pie con la nueva conversación, y al cabo de un rato se derrumba en un sillón  y estira as piernas, diciendo: ‘Me siento como nuevo’. Así es: fatigado de conversar, descansa conversando.
Una vez dijo: ‘En mi próxima reencarnación quiero ser escritor’. De hecho escribe bien y le gusta hacerlo, aun en el automóvil en marcha, y en unas libretas de apuntes que lleva siempre a mano para anotar cuanto se le ocurre, inclusive las cartas de confianza. Son libretas de papel ordinario, empastadas en plástico azul, que con los años han llegado a ser incontables en sus archivos privados. Su letra es menuda e intrincada, aunque a primera vista parece tan fácil como la de un escolar. Su modo de escribir parece de un profesional. Corrige una frase varias veces, la tacha, la intenta de nuevo en los márgenes, y no es raro que busque una palabra durante varios días, consultando diccionarios, preguntando, hasta que queda a su gusto.
En la década de los sesenta contrajo el hábito de escribir sus discursos, tan despacio y con tanto vigor, que parecían piezas de relojería. Pero esa misma virtud lo derrotó. La personalidad de Fidel Castro parecía otra al leerlos: cambiaba el tono, el estilo, hasta la calidad de la voz. En la inmensa Plaza de la Revolución, ante medio millón de personas se encontró varias veces como asfixiado por la camisa de fuerza de la letra escrita, y cada vez que podía se apartaba del texto. En otras ocasiones se encontraba con que sus mecanógrafos habían cometido un error, y en vez de corregirlo al vuelo interrumpía la lectura y hacía la enmienda con el bolígrafo tomándose todo su tiempo. Nunca quedaba satisfecho. A pesar de sus esfuerzos por darles calor y a pesar de lograrlo en muchos casos, aquellos discursos cautivos le dejaban un sentimiento de frustración. Pues decían todo lo que querían decir, y quizás lo decían mejor, pero eliminaban el mejor estímulo de su vida, que es la emoción del riesgo.
La tribuna de improvisador, por consiguiente, parece ser su medio ecológico perfecto, aunque siempre tiene que sobreponerse a una inhibición inicial que muy pocos le conocen, y que él no niega. En una nota que mandó hace unos años pidiéndome participar en algún acto público, me decía: ‘Trata de vencer por una vez tu miedo escénico como tengo que hacerlo yo con tanta frecuencia’. 
Solo en casos muy eseciales lleva una tarjeta con algunas notas que saca del bolsillo sin ningún ritual antes de empezar, y la mantiene al alcance de la vista. Empieza siempre con voz casi inaudible, de veras entrecortada, avanzando entre la niebla con un rumbo incierto, pero aprovecha cualquier destello para ir ganando terreno palmo a palmo, hasta que da una especia de zarpazo y se apodera de la audiencia. Entonces se establece entre él y su público una corriente de ida y vuelta que los exalta a ambos y se crea entre ellos una especie de complicidad dialéctica, y es en esa tensión insoportable donde está la esencia de su embriaguez. Es la inspiración: el estado de gracia irresistible y deslumbrante, que sólo niegan quienes no han tenido la gloria de vivirlo.
Al principio, los actos públicos empezaban cuando él llegaba, y esto era tan improbable como la lluvia. Desde hace años llega al minuto exacto, y la duración del discurso depende de la disposición del auditorio. Pero los discursos infinitos de los primeros años pertenecen a un pasado que ya se confunde con leyenda, porque lo mucho que el pueblo debía entender desde el principio está ya más que explicado, y el mismo estilo de Fidel Castro de ha hecho más compacto al cabo de tantas jornadas de pedagogía oratoria. Nunca se le ha oído repetir ninguna de las consignas de cartón piedra de la escolástica comunista, ni utilizar para nada el dialecto ritual del sistema: un lenguaje fósil que perdió  desde hace mucho tiempo el contacto con la realidad, y al cual corresponde como anillo al dedo una prensa laudatoria y conmemorativa, que más parece hecha para ocultar que para difundir. Es el antidogmático por excelencia, cuya imaginación creativa vive rondando los abismos de la herejía. Raras veces cita frases ajenas, ni en la conversación ni en la tribuna, salvo las de José Martí, que es su autor de cabecera. Conoce a fondo los veintiocho tomos de su obra, y ha tenido el talento de incorporar su ideario al torrente sanguíneo de una revolución marxista. Pero la esencia de su propio pensamiento podría estar en la certidumbre de que hacer trabajo de masas es fundamentalmente ocuparse de los individuos.
Esto podría explicar su confianza absoluta en el contacto directo. Aún los discursos más difíciles parecen conversatorios casuales, al estilo de los que sostenía con los estudiantes en los patios de la universidad al principio de la revolución. De hecho, y sobre todo fuera de La Habana, no es raro que alguien lo interpele entre la muchedumbre de una manifestación pública, y que se entable un diálogo a gritos. Tiene un idioma para cada ocasión, y un modo distinto de persuasión según los distintos interlocutores, ya sean obreros, campesinos, estudiantes, científicos, políticos, escritores o visitantes extranjeros. Sabe situarse en el nivel de cada uno, y dispone de una información vasta y variada que le permite moverse con facilidad en cualquier medio. Pero su personalidad es tan compleja e imprevisible, que cada quien puede formarse una imagen distinta de él en un mismo encuentro.
Una cosa se sabe con seguridad: esté donde esté, como esté y con quien esté, Fidel Castro está allí para ganar. No creo que pueda existir en este mundo alguien que sea tan mal perdedor. Su actitud frente a la derrota, aun en los actos mínimos de la vida cotidiana, parece obedecer a una lógica privada: ni siquiera la admite, y no tiene un minuto de sosiego mientras no logra invertir los términos y convertirla en victoria. Pero sea lo que sea, y donde sea, todo ocurre en el ámbito de una conversación inagotable.
El tema puede ser cualquiera, según el interés del auditorio, pero a menudo ocurre lo contrario: es él quien lleva un mismo tema a todos los auditorios. Esto suele ocurrir en las épocas en que está explorando una idea que lo asedia, y nadie puede ser más obsesivo que él cuando se ha propuesto llegar al fondo de cualquier cosa. No hay un proyecto, colosal o milimétrico, en el que no se empeñe con una pasión encarnizada. Y en especial si tiene que enfrentarse a la adversidad. Nunca como entonces parece de mejor aspecto, de mejor humor, de mejor talante. Alguien que cree conocerlo le dijo: ‘Las cosas deben andar muy mal, porque usted está rozagante’.
En cambio, un visitante extranjero que lo encontraba por primera vez, me dijo hace unos años: ‘Fidel está envejecido: anoche volvió como siete veces sobre el mismo tema’. Le hice ver que esas reiteraciones casi maniáticas son uno de sus modos de trabajar. El tema de la deuda externa de América Latina, por ejemplo, había aparecido por primera vez en sus conversaciones desde hacía unos dos años, y había ido evolucionando, ramificándose, profundizándose hasta convertirse en algo muy parecido a una pesadilla recurrente. Lo primero que dijo, como una simple conclusión aritmética, fue que la deuda era impagable. Poco a poco, en el transcurso de tres viajes que hice aquel año a Las Habana, fui conociendo sus hallazgos escalonados las repercusiones de la deuda en la economía de los países, su impacto político y social, su influencia decisiva en las relaciones internacionales, su importancia providencial para una política unitaria de la América Latina. Por último convocó en La Habana un congreso masivo de especialistas, y pronunció un discurso en que no dejó pendiente ninguna de las incógnitas de sus conversaciones anteriores. Para entonces tenía ya una visión totalizadora que el solo transcurso del tiempo se ha encargado de demostrar.
Me parece que su más rara virtud de político es esa facultad de vislumbrar la evolución de un hecho hasta sus consecuencias remotas. Como si pudiera ver la mole sobresaliente de un iceberg al mismo tiempo que los siete octavos sumergidos. Pero esa facultad no la ejerce por iluminación, sino como resultado de un raciocinio arduo y tenaz. Un interlocutor asiduo podría detectar el primer embrión de una idea, y seguir su desarrollo durante muchos meses a través de su conversación empecinada, hasta que la hace pública en forma final, tal como ocurrió co la deuda externa. Ahora bien: una vez que agota el tema, es como si hubiera cumplido un ciclo vital: lo archiva para siempre.
Semejante molino verbal, desde luego, requiere el auxilio de una información incesante, bien masticada y digerida. Su auxiliar supremo es la memoria, y la usa hasta el abuso para sustentar discursos o charlas privadas con raciocinios abrumadores y operaciones aritméticas de una rapidez increíble. Su tarea de acumulación informativa principia desde que despierta. Desayuna con no menos de doscientas páginas de noticias del mundo entero. Durante el día, a pesar de su vitalidad incansable, lo persiguen por todas partes con informaciones urgentes.
Él mismo calcula que cada día tiene que leer unos cincuenta documentos. A eso hay que agregar los informes de los servicios oficiales y de sus visitantes, y todo cuanto pueda interesar a su curiosidad infinita. Cualquier exageración en este sentido sería apenas aproximada, hasta en circunstancias tan extremas como un viaje en avión. Prefiere no volar y solo lo hace cuando no hay otra alternativa. Pero vuela mal por su ansiedad de saberlo todo: no duerme ni lee, apenas come, le pide a la tripulación los manuales de navegación cada vez que tiene alguna duda, se hace explicar por qué se toma esta ruta y no esta otra, por qué cambia el ruido de las turbinas, por qué salta el avión a pesar del buen tiempo. Las respuestas tienen que ser exactas, pues es capaz de detectar la mínima contradicción en una frase casual.
Otra fuente vital de información, por supuesto, son los libros. En sus automóviles, desde el Oldsmobile prehistórico y los sucesivos Zil soviéticos, hasta el Mercedes actual, ha habido siempre una luz para leer de noche. Muchas veces se ha llevado un libro en la madrugada, y a la mañana siguiente lo comenta. Lee el inglés, pero no lo habla. En todo caso prefiere leer en castellano, y a cualquier hora está dispuesto a leer cualquier papel con letras que le caiga en las manos. Cuando necesita algún libro muy reciente que no está traducido, se lo hace traducir de emergencia. Un médico amigo le mandó por cortesía su tratado de ortopedia acabado de publicar, sin la pretensión de que lo leyera, por supuesto, pero una semana después recibió una carta suya con una larga lista de observaciones. Es lector habitual de temas económicos e históricos. Cuando leyó las memorias de Lee Iaccoca, descubrió varios errores tan increíbles, que mandó a buscar la versión inglesa a Nueva York, para confrontarla con la española. En efecto, el traductor había confundido una vez más el significado de la palabra billón en los dos idiomas. Es un buen lector de literatura, y la sigue con atención. Llevo sobre mi conciencia el haberlo iniciado y mantenerlo al día en la adicción de los best-sellers de consumo rápido, como método de purificación contra los documentos oficiales.
Con todo, su fuente de información inmediata y más fructífera sigue siendo la conversación. Tiene la costumbre de los interrogatorios rápidos que se parecen a una matriusca, la muñeca rusa de cuyo interior se saca una igual más pequeña, y de la cual se saca otra igual más pequeña, y luego otra igual más pequeña, hasta la más pequeña posible. Preguntas sucesivas que él hace en ráfagas instantáneas hasta descubrir el porqué del porqué del por qué final. Al interlocutor le cuesta trabajo no sentirse sometido a un examen inquisidor. Cuando un visitante de América Latina le dio un dato apresurado sobre el consumo de arroz de sus compatriotas, él hizo cálculos mentales y dijo: ‘Qué raro, cada uno se coma cuatro libras de arroz al día’. Con el tiempo se aprende que su táctica maestra es preguntar sobre cosas que sabe para confirmar sus datos. Y en algunos casos para medir el calibre de su interlocutor, y tratarlo en consecuencia. No pierde ocasión de informarse.
El presidente colombiano Belisario Betancur, con quien mantuvo un contacto telefónico frecuente a pesar de que no se conocían ni hay relaciones diplomáticas entre los dos países, lo llamó una vez para algún asunto casual. Fidel Castro me dijo después: ‘Aproveché que ambos teníamos tiempo, para preguntarle algunos datos que no venían en los cables sobre la situación del café en Colombia’.
Son pocos los países que conoció antes de la revolución, y en los que ha visitado después en viajes oficiales se ha visto condenado al estrecho horizonte del protocolo. Sin embargo, también habla de ellos, y de otros muchos que no conoce, como si los hubiera visitado. Durante la guerra de Angola describió una batalla con tal minuciosidad en una recepción oficial, que costó trabajo convencer a un diplomático europeo de que Fidel Castro no había participado en ella. El relato que hizo en un discurso público de la captura y el asesinato del Che Güevara, el que hizo del asalto al Palacio de la Moneda y de la muerte de Salvador Allende, o el que hizo de los estragos del ciclón Flora, eran grandes reportajes hablados.
España, la tierra de sus mayores, es en él una idea fija. Su visión de la América Latina en el porvenir es la misma de Bolívar y Martí: una comunidad integral y autónoma capaz de mover el destino del mundo. Pero el país del cual sabe más, después de Cuba, son los Estados Unidos. Conoce a fondo la índole de su gente, sus estructuras de poder, las segundas intenciones de sus gobiernos, y esto le ha ayudado a sortear la tormenta incesante del bloqueo. A pesar de las restricciones del gobierno de los Estados Unidos, hay una línea aérea casi diaria entre La Habana y Miami, y no pasa un día sin que lleguen a Cuba visitantes norteamericanos de toda clase, en vuelos especiales o en aviones privados.
Fidel Castro ve a cuantos puede ver, se ocupa de que estén bien atendidos mientras esperan, y hace lo posible por dedicarles bastante tiempo para un intercambio exhaustivo de informaciones inéditas. Son verdaderos festivales de conversación. Él les canta las verdades, y soporta muy bien que se las canten a él. Da la impresión de que nada le divierte tanto como mostrar su cara verdadera a quienes llegan preparados por la propaganda enemiga para encontrarse con un caudillo bárbaro. En una ocasión, ante un grupo de congresistas de los dos partidos, hombres de negocios y hasta un oficial del Pentágono, hizo un recuento muy realista de cómo sus antepasados gallegos y sus maestros jesuitas le infundieron unos principios morales que le habían sido muy útiles en la formación de su personalidad, y concluyó: ‘Soy un cristiano’.
Fue como soltar en la mesa una granada de guerra. Los norteamericanos, formados en una cultura que solo entiende la vida en blanco y negro, saltaron por encima de las explicaciones previas y quedaron deslumbrados por el estruendo de su conclusión. Al término de la visita, ya con los primeros soles, el más observador de los parlamentarios expresó el criterio sorprendente de que nadie le parecía tan eficaz como Fidel Castro para servir de mediador entre la América Latina y los Estados Unidos.
Lo cierto es que todo el que viene a Cuba quisiera verlo de cualquier modo, aunque son muchos los que sueñan con verlo en privado. Sobre todo los periodistas extranjeros, que no consideran terminado su trabajo mientras no se lleven el trofeo de una entrevista con él. Creo que él los complacería a todos si no fuera por la imposibilidad material: en este momento hay unas trescientas solicitudes  formales en espera de un trámite que puede ser infinito.
Siempre hay un periodista que espera en un hotel de La Habana, después de haber apelado a toda clase de padrinos para verlo. Algunos esperan meses. Se indignan de no saber a ciencia cierta cuáles son los trámites certeros para llegar a él. La verdad es que no hay ninguno. No es raro que algú periodista de suerte el haga una pregunta casual en el curso de una aparición pública, y que el diálogo termine en una entrevista de varias horas sobre todos los temas imaginables. Se detiene en cada uno, se aventura por sus vericuetos menos pensados sin descuidar jamás la precisión, consciente de que una sola palabra mal usada puede causar estragos irreparables. En las muy pocas entrevistas formales suele conceder el tiempo que le soliciten, aunque él mismo prolonga después con una elasticidad imprevisible, estimulado por la dinámica del diálogo.
Sólo en casos muy especiales pide conocer antes el cuestionario. Jamás ha rehusado contestar ninguna pregunta, por provocadora que sea, ni ha perdido nunca la paciencia. A veces, las dos horas previstas se convierten en cuatro y casi siempre en seis. O en diecisiete, como fue el caso de esta entrevista que Gianni Mina le ha hecho para la televisión italiana, y que es una de las más largas que ha concedido, también de las más completas.
Al final, muy pocas entrevistas le gustan, sobre todo las transcripciones escritas, que en aras del espacio suelen sacrificar la exactitud y los matices propios de su estilo personal. Cree que las de televisión terminan desnaturalizadas por la fragmentación inevitable, y le parece injusto haber dedicado hasta cinco horas de su vida para un programa de siete minutos.
Pero lo más lamentable, tanto para Fidel Castro como para sus oyentes, es que aun los periodistas mejores, sobre todo los europeos, no tienen ni siquiera la curiosidad de confrontar sus cuestionarios con la realidad de la calle. Anhelan el trofeo de la entrevista con las preguntas que llevan escritas de acuerdo con las obsesiones políticas  y los prejuicios culturales de sus países, si tomarse el trabajo de averiguar por sí mismos cómo es en realidad la Cuba de hoy, cuáles son los sueños y las frustraciones reales de sus gentes. La verdad de sus vidas.
De este modo le quitan a los cubanos de la calle una ocasión de expresarse ante el mundo, y se niegan a sí mismos el logro profesional de interrogar a Fidel Castro, no sobre las suposiciones europeas, que so tan lejanas, sino sobre las ansiedades de su propio pueblo, y sobre todo en estas vísperas de grandes decisiones.
En fin: oyendo a Fidel Castro en tantas y tan diversas circunstancias, me he preguntado muchas veces si su afán de la conversación no obedece a la necesidad orgánica de mantener a toda costa el hilo conductor de la verdad en medio de los espejismos alucinantes del poder. Me lo he preguntado en el transcurso de numerosos diálogos, públicos y privados. Pero sobre todo en los más difíciles y estériles, con quienes pierden ante él la burocracia empantanada, cuya incompetencia sobrenatural ha obligado al propio Fidel Castro, casi treinta años después de la victoria, a ocuparse en persona de asuntos tan extraordinarios como hacer el pan y distribuir la cerveza.
Todo es distinto, en cambio, cuando habla con la gente de la calle. La conversación recobra entonces la expresividad y la franqueza cruda de los afectos reales. De sus varios nombres civiles y militares sólo le queda entonces uno: Fidel. Lo rodean sin riesgos, lo tutean, le discuten, lo contradicen, le reclaman, con un canal de transmisión inmediata por donde circula la verdad a borbotones. Es entonces, más que en la intimidad cuando se descubre el ser humano insólito que el resplandor de su propia imagen no deja ver.
Este es el Fidel Castro que creo conocer, al cabo de incontables horas de conversaciones, por las que no pasan a menudo los fantasmas de la política. Un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues, e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal. Sueña con que sus científicos encuentren la medicina final contra el cáncer, y ha creado una política exterior de potencia mundial en una isla sin agua dulce, ochenta y cuatro veces más pequeña que su enemigo principal.
Es tal el pudor con que protege su intimidad que su vida privada ha terminado por ser el enigma más hermético de su leyenda. Tiene la convicción casi mística de que el logro mayor del ser humano es la buena formación de su conciencia , y que los estímulos morales, más que los materiales, son capaces de cambiar al mundo y empujar la historia. Creo que es uno de los grandes idealistas de nuestro tiempo, y que quizá sea esta su virtud mayor, aunque también ha sido su mayor peligro.
Muchas veces lo he visto llegar a mi casa muy tarde en la noche, arrastrando todavía las últimas migajas de un día desmesurado. Muchas veces le pregunté cómo iban las cosas, y más de una vez me contestó: ‘Muy bien: tenemos llenas todas las presas’.  Lo he visto abrir el refrigerador para comerse un pedazo de queso, que era tal vez lo primero que comía desde el desayuno. Lo he visto llamar por teléfono a una amiga de México para pedirle la receta de un plato que le había gustado, y lo he visto copiarla apoyado en el mostrador, entre los trastos de la cena todavía sin lavar, mientras alguien cantaba en la televisión una canción antigua: ‘La vida es un tren expreso que recorre leguas miles’.
Lo he oído en sus escasas horas de añoranza evocando los amaneceres pastorales de su infancia rural, la novia juvenil que se fue, las cosas que hubiera podido hacer de otro modo para ganarle más tiempo a la vida. Una noche, mientras tomaba en cucharaditas lentas un helado de vainilla, lo vi tan abrumado por el peso de tantos destinos ajenos, tan lejano de sí mismo, que por un instante me pareció distinto del que había sido siempre. Entonces le pregunté qué era lo que más quisiera hacer en este mundo, y me contestó de inmediato: "Pararme en una esquina".