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lunes, marzo 21, 2016

HISTORIA Y DESLUMBRAMIENTO YUVAL NOAH HARARI


La óptica de la historia depende del interlocutor que la interprete, por eso es imposible tener algún texto canónico del pasado. Ahora hay algunas visiones de nuestros orígenes que realmente sorprenden por su originalidad y por su capacidad de crear nuevas maneras de entender nuestro presente. Yoval Noah Harari entre otros, con su texto “De animales a dioses”, constituye un ejemplo emblemático de estos cambios de tercio.
“Hace unos 13.500 millones de años, materia, energía, tiempo y espacio tuvieron su origen en lo que se conoce como Big Bang. El relato de estas características fundamentales del universo se llama física.
Unos 300.000 millones de años después de su aparición materia y energía empezaron conglutinarse en estructuras complejas, llamadas átomos, que después se combinaron en moléculas, el relato de los átomos, las moléculas y sus interacciones se llama química.
Hace 3800 millones de años, en un planeta llamado tierra, determinadas moléculas se combinaron para formar estructuras particularmente grandes e intrincadas llamadas organismos. El relato de los organismos se llama biología.
Hace 70.000 millones de años, organismos pertenecientes a la especie Homos Sapiens, empezaron a formar estructuras todavía más complejas llamadas culturas. El desarrollo subsiguiente de las culturas se llama historia.”
El autor señala tres revoluciones que configuran la historia humana:
1.- La revolución cognitiva que marco el inicio de la historia hace 70.000 años.
2.- La revolución agrícola que la aceleró hace unos 12.000 millones.
3.- Y la revolución científica que la se puso en marcha hace tan solo 500 años.
A partir de este esquema realiza una de las historias más originales que rompe muchos paradigmas, esa historia lineal y épica puesta en cuestión por la escuela Francesa, parece quedar atrás, por lo menos en la óptica de este joven Israelí, Expresa con mucha inteligencia y originalidad:  “La historia del hombre es la de un inventor de ficciones”.
Ernest Alost, del periódico “Ocio y Cultura” público una entrevista al autor que me parece importante traer a colación:

-¿Qué sentido tiene cada uno de los dos títulos?
--Originalmente el título era De animales a dioses. Intenté resumir en él toda la historia de la humanidad. Empezamos hace 70.000 años como animales, no muy diferentes a otros animales. Y nos hemos desarrollado hasta una situación en la que estamos a punto de convertirnos en dioses. Y esto no es una metáfora, literalmente estamos adquiriendo capacidades que tradicionalmente eran consideradas poderes divinos, como crear vida y modificar nuestros cuerpos y mentes. Pero cuando lo publicamos en inglés, el editor propuso Sapiens, que es más breve y más sexy. Y también es un buen título porque refleja de qué trata el libro: sobre el homo sapiens. Es la historia de toda la especie. Y también nos da una idea de la relación entre la historia y la biología.
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-¿Hasta qué punto se puede resumir la historia de una humanidad en una idea tan general?
-Tenemos tres revoluciones, la cognitiva, que transformó hace 70.000 años a un animal africano poco relevante en la fuerza más potente del Planeta. Después la agrícola, otro paso enorme. Y después la científica, que puede acabar dando a los hombres esas facultades divinas. El hilo común es el aumento continuo del poder, de transformar el entorno y a sí mismo, y que ese poder es muy difícil traducirlo en felicidad.
-Dice que la fuerza motriz fue, primero, la capacidad de cotillear. Y después, de inventar historias.
-Son dos facultades relacionadas. Cotillear te permite crear sociedades de 150 o 200 individuos. Para crear grandes redes de cooperación política, la clave es la imaginación, la capacidad de crear y difundir ficciones. Realidades que existen porque nosotros nos las inventamos. El poder se basa en la ficción: la religión, evidentemente, pero también la economía y la política. La nación es una ficción. El dinero también. Pero sirve para que personas que no se conocen colaboren, porque ambas creen en una misma historia. Dos chimpancés de grupos distintos no sabrán intercambiar un plátano y un coco. Nosotros sí sabemos cambiar un trozo de papel en el que ambos creemos por una botella de agua.
-Para usted, todo son religiones...
-El capitalismo es también una religión. Y la más exitosa de la historia. Es la única religión en la que creen casi todas las personas del mundo. No estoy diciendo que sea un engaño. Son realidades que funcionan de verdad porque crean confianza y permiten cooperar. Cuando todo el mundo confía en las mismas historias puedes construir catedrales, hospitales o ir a una cruzada.
-Reducir a ficciones conceptos como la libertad, la igualdad, la opresión... ¿No puede llevar a un relativismo moral peligroso?
-No, si no olvidamos que la única realidad es el sufrimiento. Y su reverso, la felicidad. Muchas veces estas ficciones esconden la realidad del sufrimiento de nuestros ojos. Eso es moralmente peligroso. Cuando una nación se embarca en una guerra, la nación es una ficción pero el sufrimiento es real y no lo tenemos que olvidar. El sufrimiento de humanos y otros animales sí es real. Ante esa realidad tenemos un compromiso ético.
-¿El éxito de su libro se debe a que ofrece una narración coherente cuando justo lo que necesitamos que den sentido a lo que nos sucede?
-En las últimas décadas la posmodernidad deconstruyó las viejas narrativas. El nacionalismo, las religiones tradicionales... Y eso ha dejado a la gente vacía en un mundo confuso.
-Pues su planteamiento parece más bien posmoderno. Defiende que solo existen construcciones mentales, repudia la historiografía marxista o liberal...
-No soy un posmoderno típico. Porque no comparto esa oposición a las grandes narrativas. Yo construyo una gran narrativa, creo en su poder. Y pienso que no todo son ficciones e imágenes: hay esa realidad real, la del sufrimiento. Si tomas la revolución agrícola, la pregunta básica es si redujo o aumentó la cantidad de sufrimiento en el mundo.
-Pues dice que los cazadores recolectores eran más felices recogiendo bayas que los primeros agricultores. ¿No los idealiza?
-Intento no retratar esa sociedad como un paraíso. Si te caías de un árbol y te rompías una pierna morías. Pero sí creo que tras la revolución agrícola para la mayor parte de la gente la vida fue más difícil. Los esqueletos muestran más mala nutrición, enfermedades, lesiones óseas. Hemos evolucionado para coger setas por el bosque, no para arar el campo o sentarnos en una oficina. ¡Y aún nos gusta más coger setas!
-Y viajemos al futuro. Plantea dos horizontes inquietantes. El apocalipsis ambiental y que una parte de la humanidad se convierta en superhombres.
-Estas son posibilidades que hay que tomar muy seriamente. La élite económica y política está más comprometida con el crecimiento económico que con la estabilización ecológica. En parte porque presuponen que tendrán dinero y tecnología para salvarse de las peores consecuencias. Como en una arca de Noé tecnológica, mientras los pobres de Bangla-Desh se ahogan. El otro futuro preocupante es la creación de castas biológicas utilizando la biotecnología o la comunicación directa entre el cerebro y los ordenadores para conseguir capacidades mucho mayores que las del homo sapiens. Por primera vez en la historia habría una barrera biológica real entre ricos y pobres. En un futuro no muy distante puede resultar que los ricos sean más inteligentes que los pobres. Y eso abre unos escenarios terroríficos.
-Defiende que hay una barrera ética para estas investigaciones, pero que en el futuro caerá. Así que deberíamos asustarnos.
-Ahora no estamos haciendo mucha ingeniería tecnológica con humanos. Pero cuando una innovación permita suprimir una enfermedad, lo haremos. Si no en Europa, sí en China o Corea del Norte. Pero todo empieza intentando curar una enfermedad y después resbala por una pendiente resbaladiza. El objetivo en el siglo XX de la medicina era curar a los enfermos. En el siglo XXI será mejorar el estado de personas sanas. Más allá de la normalidad.