En un acto protocolario desde Mesetas, Meta, y con la
dejación de las últimas cinco armas de las Farc, este martes esa
guerrilla deja de existir como grupo armado
La ceremonia empezó con la presentación César López, reconocido
músico, artista y activista social, quien interpretó, con su famosa escopetarra
(una guitarra hecha con una escopeta), 'Canción para el perdón. (Aparte tomado del periódico “El tiempo” de Colombia)
Ayer fue el día más
importante de los últimos años en la historia de Colombia, los acuerdos
de la Habana se han venido cumplido a cabalidad, pese a la férrea y enceguecida oposición
que parece no reconocer ningún avance, este acuerdo continua acorde a los protocolos pactados, constituye el principio a una paz que intenta acabar con cincuenta años de conflicto, el cual ha sumido al país en una violencia sin sentido con las consecuencias nefastas conocidas por todos. Debemos aceptar las diferencias de opinión frente al proceso, hay una oposición muy radical al mismo, la crítica democrática a los acuerdos será bienvenida, lo que es inaceptable es el cumulo de mentiras y falsedades con los que se pretende hacer trizas, posiblemente sea de los pocos logros del gobierno Santos, pero de antemano le garantizaron un lugar connotado en la
historia colombiana. Las redes sociales se han convertido en la plataforma ideal para torpearlo, divulgar mentiras como verdades, desde ahí se crea el peor ambiente a un hecho de tanta trascendencia, no se entiende como no comprometen más a la sociedad en general. Recuerdo que hasta hace poco, todos los
males de este país se le achacaban a la FARC, quienes cometían sin lugar a dudas muchas actos atroces, oprobios que es imposible olvidar, pero sin duda no son los causantes de la inequidad imperante, la desigualdad, la
concentración de la riqueza, la corrupción entrópica, ahora reinsertados a la
vida política y a la civilidad, le quitaron por fin el pretexto a una élite
irresponsable para seguir señalándolos como los causantes de absolutamente todos los males, espero que esta clase asuma de una vez por todas sus culpas y deje de eludir sus graves responsabilidades, son causantes de males tan graves o peores como los que ha dejado el conflicto armado, males, que solo le indilgan a la guerrilla. Son muchos los
actores comprometidos con nuestra nefasta realidad, las fuerzas armadas no son
tan inocentes como suelen hacernos creer ( O una buena parte de sus miembros,
aunque hay mucha responsabilidad de cuerpo) en una alianza perversa con el paramilitarismo más rampante, en un proyecto fascista, crearon un aparato armado con la pretensión de acabar con la guerrilla y en esta senda cuidar la propiedad rural, extinguir a la izquierda, cualquiera que ella fuera, a sangre y fuego, propósitos con un balace peor que los males que buscaban erradicar, al final fueron responsables y cómplices de hechos y matanzas que apenan al país, corrupción, desapariciones y desplazamientos masivos. La clase política de igual
manera ha promovido desde hace muchos años una violencia sin cuartel, irresponsablemente, primero la lucha entre los partidos tradicionales en la década del 40 y 50 del siglo anterior, las anmistias y posteriores matanzas de los miembros que entregaron las armas en el siglo XX, cumulo de traiciones al campesinado inmerso en estas violencias impulsados por sus lideres, acordaron un frente nacional excluyente, desde los años 70 hicieron alianzas con el paramilitarismo, todos actos con un egoísmo inexplicable, pensando solo en el usufructo del poder, comportamientos que han involucrado a nuestros jóvenes y campesinos en guerras sin sentido, proceso que les ha servido para apropiarse de tierras, han saqueado las arcas del país, generado un escepticismo y apoliticismo peligroso, nuestra clase política siempre ha sido inferior a sus responsabilidades, pese a que ha manejado este país por años, acorde solo a sus intereses y no pensando en el bien general. Estamos llenos de mea
culpa, por donde quiera que hagamos una mirada, solo nos queda reconciliarnos, empezar de nuevo, tratar de vivir de
acuerdo a cánones civilizados que nos permitan zanjar nuestras diferencias sin
tener que matarnos, debemos dejarle a las generaciones nuevas un camino
expedito para un convivencia sin violencia ni muerte. Entender esto no es tarea fácil, claro que hay que hacer correctivos, debemos estar pendiente del
cumplimiento de la agenda acordada, esto
es lo pertinente, pero nada le quita importancia al momento que
estamos viviendo, es hora de bajar la guardia, de asumir el debate sin los
connotados rencores, se aceptan debates,
pero llamamos a olvidar los odios, las diferencias debemos asumirlas como parte
de la misma dialéctico e solución en que caminamos.