Como todos los textos de Martin Caparros, esta crónica sobre el hambre es absolutamente desgarradora, va uno en la lectura desgranando el tema en medio de un dolor inenarrable, al final quede absolutamenta estupefacto, no sólo por las cifras y el panorama cruel, sino por el hecho de que vivamos como si nada estuviera pasando. El hambre es un problema estructural del mundo, lo viven miles de personas y no solo es una realidad puntual, sino que alrededor de esta tragedia hay mil variables, la mayoría perversas e increíbles. Veamos algunos acapites del libro que nos dejan fríos:
"Miles y miles de fracasos. Cada día se mueren, en el mundo —en este mundo— 25.000 personas por causas relacionadas con el hambre. Si usted, lector, lectora, se toma el trabajo de leer este libro, si usted se entusiasma y lo lee en —digamos — ocho horas, en ese lapso se habrán muerto de hambre unas 8.000 personas: son muchas 8.000 personas”. Como todos los libros de este autor, resulta ser una extensa crónica desgarradora sobre el peor de los problemas del mundo y del hombre: El hambre. A muy pocos les importa lo que está pasando, en esta sociedad de consumo estructurada sobre el egoísmo, que atiende solo a conceptos económicos de tipo monetario en un marco inhumano extremo, libros como este nos generan una reflexión sobre el tipo de sociedad que se ha impuesto. Recalca este excelente cronista: “(Pero usted sí leyó este breve párrafo en medio minuto; sepa que en ese tiempo solo se murieron de hambre entre ocho y diez personas en el mundo —y respire aliviado.)”.
No es mi propósito hacer
énfasis en las cifras escalofriantes, de hecho la humanidad se acostumbró a
vivir con estas inequidades, se volvió parte del paisaje, como si quienes lo sufrieran no fueran humanos. Del libro es importante relevar, primero la investigación y el trabajo periodístico, segundo el valor de denunciar, de poner sobre la palestra un tema que muchos conocen pero que no abordan. Quiero hablar del tono y el cuerpo del libro. Con una prosa directa y clara va describiendo con lujo de detalles, propia de un periodista avezado, todos las variables que abarca tal fenómeno,
como azota a grandes sectores de la población de África, todos los días esta masa inerme es más vulnerable, las
condiciones adversas de tipo geográfico que condenan a ciertos pueblos a este flagelo implacablemente,
de igual manera el atraso, la ausencia de políticas agrícolas. Deja ver de igual manera como el hambre también es un negocio, la corrupción y
maldad de la clase dirigente alrededor del fenómeno es escalofriante, a los burócratas poco les importa la suerte de niños y
mujeres en esta situación indignante, fatal, el trafico que hay con las donaciones daría para un libro, factores sumados que no permiten que haya una solución al problema y lo que es peor, nos acostumbramos a esta realidad, hace parte del
paisaje.
Mire que expresa un
habitante del Sahel:
“En mis papeles de
trabajo, el capítulo sobre Níger siempre llevó el título «el hambre estructural»:
el hambre que responde a condiciones profundas, casi una ontología. Un país donde
el hambre sería, de algún modo, el producto de una fatalidad geográfica,
climática: un espacio árido con una producción tan limitada que no alcanza para
alimentar a sus pobladores. Es, en general, la imagen que se ofrece del Sahel
en general, de Níger en particular, y yo tardé en darme cuenta de que estaba
rindiéndome a cierta ideología. No hay tal cosa como el hambre estructural,
inevitable. Siempre hay causas, razones, decisiones”.
Es cierto, puede serlo,
pero en un dialogo que tiene entre dos personajes indignados se decanta como el
poder de unos pocos representa el hambre de muchos:
¿Cómo carajo
conseguimos vivir sabiendo que pasan?
a veces te aseguro que
me dan ganas de salir con una bazooka y matarlos a todos. A todos, me entendés,
que no quede ni uno vivo: me subleva ver a esos tipos que se llenan los
bolsillos con el sudor de los otros, con el sufrimiento de los otros, hermano,
esos tipos que hambrean a todos esos millones de personas, ahí parados
haciéndose los vivos encima de una montaña de cadáveres, te juro que los
mataría a todos, si eso arreglara algo.
¿Pero con eso qué
ganás? En serio, ¿qué podés hacer? De verdad, ¿qué podés hacer para que cambie
este sistema de mierda? Si tienen todo el poder, todas las manijas, no hay
forma de sacarlos de sus búnkers y sus bancos y sus aviones y sus bancos y sus
aviones y sus……….
Este es un libro
lacerante que nos hace conscientes de lo que pasa en nuestras narices, debe
conmovernos y por su puesto debemos cambiar nuestra indiferencia y actitud.
Como todos los libros de Martín Caparros, se empieza y no se quiere dejar.