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miércoles, noviembre 15, 2017

LA MUERTE LO MÁS HUMANO E INHUMANO QUE NOS ACONTECE

Rosa Montero tiene una peculiar manera de ver la vida y la muerte, es un tema obsesivo en su obra. El tema de la muerte lo trata desde la visión de un androide en una de sus mejores obras y desde un personaje, Bruna, que al saber que va a morir, pues se le ha olvidado que es mortal, va contando los días que le quedan en medio de un yo inmenso, que lo abarca todo, se da cuenta que en dos parpadeos nos morimos, en dos parpadeos se morirá la próxima generación y en dos parpadeos seremos olvidados. Todo en medio de un mundo hermoso, una vida cargada de deseos y una conciencia universal que comprende trágicamente cuan pequeños somos. Traigo a colación el tema porque el sábado se cumplen dos años de la muerte de mi esposa Ana Isabel, todos los días desde que se fue, después de un cáncer lacerante que se la llevó sin ninguna licencia, pese a que he sabido lidiar con el dolor y la ausencia que me pesa mucho, nunca dejo de pensar en lo bella que es la vida y lo injusta al tiempo, paradoja que domina todo el espectro de nuestra existencia, tal vez porque no hemos comprendido la muerte como realidad inexorable de la que nunca escaparemos.  Heidegger trabajó este tema. Al tratar de responder este interrogante expreso como a priori la distinción entre el temor y el miedo”:  “El miedo encuentra su origen en algo externo. Siempre se tiene miedo de una persona o cosa determinada, no obstante solo un ser que se preocupe por su Ser puede sentir miedo. Al tener miedo el hombre se preocupa por su propio ser-en-el-mundo. El temor no encuentra su origen en un objeto determinado y definido. Lo que al hombre le inspira temor es el mundo como tal. En el temor el mundo se le aparece al hombre irremediablemente en toda su nada. Un mundo que es ajeno a él. En el temor el hombre se encuentra a sí mismo como un ser arrojado a un estado en el que no está a gusto, y si trata de escapar de este hecho duro, si se refugia en el ser uno-como-muchos (das Man), su ser, su existencia se vuelve inauténtica”. “El temor es lo que constituye el significado propio, genuino y auténtico del yo. En el derrumbamiento el hombre se escapa de sí mismo, de su ser auténticamente el mismo, en última instancia de su ser hombre. En el temor el hombre se enfrenta con su ser como proyecto inacabado, su ser como posibilidad. El hombre ejerce la ejecución de su propio ser, pero siendo un proyecto caído. Caído porque aún no adquirido perfecto dominio sobre sí mismo. El temor descubre en el hombre la posibilidad de ser proyecto, y esta posibilidad es la muerte. La muerte es entendida entonces como fin del ser potencial del hombre. La muerte es el fin de todo proyecto, o dicho de otra manera, todo proyecto se acaba con la muerte. Por consiguiente todo temor es temor a la muerte”[1].
En mi vida y en mi casa, que es como decir, en el universo de mi existencia, Ana está más presente que nunca. No solo es una guía constante de mis actos, desde el amplio espectro de lo que significó su vida, sus enseñanzas y por su puesto su partida, con este hecho entendí lo efímero que somos, no porque no lo supiera antes, sino porque no lo había asumido realmente, aprendí entonces  lo valioso que constituye  cada minuto de la existencia, como perdemos tiempo en cosas banales, la mayoría de veces la vida es una constante sumisión total a cosas que ni siquiera comprendemos. Heidegger precisa con absoluta contundencia: “Pero la muerte es parte constitutiva de la vida del ser del hombre. El hombre desde que nace comienza a morir, comienza a vivir con la muerte. Tan pronto como el hombre viene a la vida ya es lo suficientemente viejo para morir.  
La muerte no es, o no debe ser, un hecho vivido externamente sino que debe ser vivido como algo  intrínseco a la propia vida del hombre. Mas el hombre, en su cotidianeidad, en su praxis, es absorbido por el anonimato”.  Veo a mis hijos, con todo el potencial y la arrogancia que les brinda una juventud cargada de posibilidades y pienso en como los afectaría positivamente la partida de su madre…cómo dejar de ver este hecho como tragedia y en cambio asumirlo como una realidad que nos vívifica….apenas somos un soplo en el inmenso infinito de la existencia universal………Cada uno de nosotros debe entender que el tiempo es lo único que tenemos y como  lo enseñó Seneca en la “Brevedad de la vida”: “La mayor rémora de la vida es la espera del mañana y la pérdida del día de hoy”. No quiero estar triste en el día del aniversario de su muerte….pienso que su presencia es total…que el río de la vida debe continuar…y  pese a que la muerte está ahí…la vida es con lo único que contamos. Seneca también expresó: “La tristeza, aunque esté siempre justificada, muchas veces sólo es pereza. Nada necesita menos esfuerzo que estar triste”. Ahora,  en mis rutinas pienso en Ana como grata compañía…en las mañanas cuando despido a mis hijos digo: Soy Ana y Cesar……Cuando los espero en la noche con angustia por los temores que no avizoran los adolescentes, sufro en silencio y pienso: Estoy con Ana…Estamos esperando a los hijos… Siento su presencia..su fuerza, esta ahí, siempre a mi lado……Cuando hago algo en lo que se que no estaría de acuerdo, siento su mirada……Ahora, sabiendo lo implacable que es la muerte y lo corta que es la vida la pregunta es: Qué dejamos cuando nos vamos….cual es legado…Ana dejó tres hijos formados para la vida. Les enseñó una manera correcta de enfrentar la vida, de encararla sin mentiras, ellos son: Alegres, positivos, responsables………Están agradecidos con su legado, qué más le podemos pedir a la existencia, sino es otra que gozarse la vida…Ana llena siempre de luz y alegría este hogar…no la recordamos, la vivimos.