Nuestro conflicto
armado parece no terminar nunca; tal vez por la infinidad de guerras a las que nos
tienen acostumbrados, vivimos en un país que no aprendió a conciliar sus diferencias de
otra manera que a sangre y fuego, pese a estar en un proceso de paz en ciernes; en medio del peso que significa estar entre micro-poderes ilegales imbricados
en todas las formas de vida posible, hasta el punto de convertirse en una
realidad ineludible que nos toca implacablemente todos los días, crean impuestos, soterrado
y perverso, extorsionan, nos someten a formas de intimidación que a nadie parece importarle; con todo eso, la conciencia de paz no se instala en
el inconsciente colectivo, en buena parte,
gracias al discurso de guerra de ciudadanos que paradójicamente no conocen la violencia asumida en cambio en extensas regiones marginadas del país, donde no hay estado, estos discursos vienen de sectores políticos radicales; en presencia de una juventud que no reconoce
el momento histórico que vive, le es
indiferente. Colombia no logra asimilar
la narrativa de paz que le habla desde sectores sociales que tienen plena conciencia de la importancia del momento histórico actual, de regiones olvidadas que empiezan a incorporarse al país, de desplazados quienes por fin tienen una ley que les repara, de 8 millones
de personas que expulsaron violentamente de sus tierras, que pese a tener una ruta para rescatarla, hoy las reclaman sin éxito, más bien absortos, son testigos impotentes del
asesinato de 167 líderes que ejercían este derecho, perpetrados por las mismas
manos oscuras que le raparon su propiedad hace muchos años; de la conciencia
que despiertan 6 millones de víctimas y trescientos mil muertos. Pese a todo, terminamos
el año con el logro más grande de las últimas décadas, podríamos llamarlo, fue el año de la paz, muy a
pesar de la negligencia de nuestros dirigentes que hicieron lo difícil y se enredaron en lo fácil, del congreso,de la clase política, al final fue un gran logro, se firmo un acuerdo histórico con la FARC, entregaron las armas, se desmovilizaron, el país no será el mismo a partir de este momento, estos 365 días, los
pasamos tratando de entender este hecho tan crucial, no es otro que el fin de un conflicto de más de
cincuenta años; finalizara, esperamos qué, por fin el gobierno logre articular
tanto compromiso y agenda nacida de los acuerdos de la Habana, con la ilusión
de vivir como una nación civilizada, lejos de la venganza y la
violencia, tolerantes, sin odios. El próximo será un año electoral definitivo para el país, tomaremos posición desde las urnas, para confirmar
nuestra mediocridad o para definitivamente cambiar, entregarle
una oportunidad a nuevas fuerzas, superar y darle alguna lección a la clase
política que ha diezmado y saqueado cada peso público desde hace cincuenta años, ojala acabemos con una
corrupción galopante y sobre todo, para participar y comprometernos.